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En estas batallas de viva voz, un versolari iniciaba el tema, seguro de que al momento surgiría la contestación de sus rivales; y así, prolongándose el razonamiento de unos á otros, agarrando cada cual el hilo de la interminable canturria donde lo abandonaba el enemigo, hacían pasar al público embobado horas enteras.

Y, al ver que yo iniciaba un gesto de política protesta, continuó: La juventud atrae a la juventud... No digo yo que, en mis tiempos... En fin, esos tiempos han pasado, bien lo sabe usted, aunque su buena educación le impida decirlo... A la edad de usted, una persona de... de... Buscaba un número de años verosímil, y no encontrándolo a su gusto, acabó de este modo: una mujer de mi edad me parecía un ser antidiluviano... enteramente inútil en este mundo... Después, las ideas se ensanchan... Yo hago justicia los encantos de la juventud, aunque prefiero un poco más de seriedad y de madurez... No olvide usted decir a su padre que cuento con él para comer.

»Y pasaron tres días más; y Luz, que hasta entonces había vivido con ánimos prestados, comenzó a animarme a y a sonreírme..., ¡ella, que ni para sonreírse tenía ya fuerza! ¿Cómo entender aquella crisis, Dios mío! ¿Iluminaban otros soles más alegres sus días? ¿Se iniciaba una reacción dichosa en su extraña enfermedad? », todo esto era cierto; pero de muy distinto modo que lo entendía yo.

Cuando subía la escalera de su casa, se iniciaba en la conciencia de la joven una reprobación clara de lo que había hecho. «...Hubiera sido mucho mejor pensó deteniendo el paso y tardando un minuto de escalón a escalón , decirle aquello de yo soy Fortunata, con calma, reparando bien qué cara ponía ella al oírlo, y luego quedarme tan fresca, esperando a ver por qué registro salía, o echarle tres o cuatro chinitas, diciéndole que yo también soy honrada, claro, y que su marido es un tunante... a ver por dónde la tomaba».

Batiste le miraba con asombro y al mismo tiempo sentía un vago deseo de irse. Comenzaba á caer la tarde; en la plazoleta subían de tono las voces; se iniciaba el escándalo de todas las noches de domingo. Además, Pimentó le miraba con demasiada frecuencia, con sus ojos molestos y extraños de borracho firme.

Un ágil bailarín que era el conductor del aurresku lo iniciaba con el paso solemne de la invitación. Echaba la boina en tierra, y después de pedir la venia al alcalde que presidía el acto, se dirigía con una serie de minuciosos trenzados y saltos de extraordinaria agilidad, á invitar en el corro á la mujer que deseaba elegir como reina del baile.

Si él distinguía que era vasca, francesa, italiana, extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el último precio, el se lo doy por lo que me cuesta, por el tratamiento de madamita. ¡Oh! ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la mañana, con algunas cuantas palabras de imitación de francés que él sabía balbucir, era irresistible.

Ocho mil genoveses quedaban en el fondo del mar, y las naves vencedoras volvían á Barcelona con tres mil quinientos prisioneros y cuarenta y una galeras enemigas. Con este desastre se iniciaba la decadencia marítima de Génova. Los catalanes expulsaban á sus mercaderes de Egipto, monopolizando el comercio de África.

Calla. Insensible como un espartano al mal físico, Perucho sólo pensaba en la injusticia cometida con él. No hacía mal... balbució, ahogándose . No-ha-cí a-mal... ningu... no.... Volvió Julián con el ama, pero la criatura tardó bastante en consolarse al pecho. Ponía la boquita en el pezón, y de repente torcía la cara, hacía pucheros, iniciaba un llanto quejumbroso.

Y así fué como el P. Irene, cumpliendo á la vez con sus deberes de amistad y de crítico, iniciaba un aplauso para animarla: la Serpolette lo merecía. Entre tanto nuestros jóvenes esperaban el cancan, Pecson se volvía todo ojos; todo menos cancan había.