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Por más que lo procuré, no me fué posible evitar las consecuencias de mi perversidad. Aquello fué tremendo, la viejecita echaba fuego y la reprobación de mi conducta era unánime. En lo sucesivo tuve muchas veces ocasión de arrepentirme de haber provocado las iras de Tía Juana.

Parándose y encarándose con don Andrés, le dijo: ¡Cuán injustamente me acusa vuecencia de hipócrita y de falsa! ¿Qué había de hacer yo? La aprobación y el aplauso que vuecencia dice que me daba eran tan ocultos como inútiles; eran la carabina de Ambrosio. La reprobación general cayó sobre y sobre mi madre, y vuecencia no protestó ni volvió por nosotras. Se supuso que yo era una perdida.

Entre estos desdeñosos, dignos en nuestro sentir de reprobación, porque dejan el campo libre a los explotadores, había en el distrito un hombre a quien, vencida su inercia, seguiría toda una población. La población era la que ya conocen mis lectores con el nombre de Villabermeja.

El alto puesto que ocupa, las relaciones con los gobiernos europeos, la necesidad en que se ha visto de respetar a los extranjeros, la de mentir por la Prensa y negar las atrocidades que ha cometido, a fin de salvarse de la reprobación universal que lo persigue, todo, en fin, contribuirá a contener sus desafueros, como ya se está sintiendo; sin que esto estorbe que Buenos Aires venga a ser, como la Habana, el pueblo más rico de América, pero también el más subyugado y más degradado.

Fijaba en el pintor unos ojos paternales... «Un mozo interesante el tal Argensola.» Y al pensar esto, no se acordó de las veces que le había llamado «sinvergüenza» sin conocerle, sólo porque acompañaba á su hijo en una vida de reprobación. La mirada de Desnoyers se paseó con deleite por el estudio. Conocía los tapices, los muebles, todos los adornos procedentes del antiguo dueño.

El anciano ministro tenía un gusto legítimo y de larga fecha por todas las cosas buenas y todas las comodidades de la vida; y por severo que se mostrase en el púlpito en su reprobación pública de transgresiones como las de Ester Prynne, sin embargo, la benevolencia que desplegaba en la vida privada le había grangeado mayor cantidad de afecto que la concedida á ningún otro de sus colegas.

Cuando subía la escalera de su casa, se iniciaba en la conciencia de la joven una reprobación clara de lo que había hecho. «...Hubiera sido mucho mejor pensó deteniendo el paso y tardando un minuto de escalón a escalón , decirle aquello de yo soy Fortunata, con calma, reparando bien qué cara ponía ella al oírlo, y luego quedarme tan fresca, esperando a ver por qué registro salía, o echarle tres o cuatro chinitas, diciéndole que yo también soy honrada, claro, y que su marido es un tunante... a ver por dónde la tomaba».

En fin, para que no te rías y para que no pienses que pretendo lucir mi estilo poético, te diré que llegué a Lisboa. Durante la navegación, sin embargo, tuve una aventura harto notable. Y como este escrito tiene trazas de confesión general, no me parece bien que se quede en el tintero, y voy a contártelo aquí aunque me exponga a tu reprobación y a tu censura.

Ante aquel golpe de audacia que no tiene pareja sino con los de algunos héroes de la antigüedad, Aníbal, César, Gengis-Khan, la villa quedó muda y abatida algunos meses. No obstante, cada vez que la buena de doña Paula aparecía en público con el abominable sombrero en la cabeza o con cualquier otra prenda propia de su alta jerarquía, era saludada siempre con un murmullo de reprobación.

La conciencia le recordaba, entretanto, la absoluta reprobación de la Iglesia contra las artes ocultas y todo linaje de adivinaciones; pero su voluntad, mordida por la tentación y ansiosa de triunfar a todo trance en el mundo, clamaba por el prodigio.