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Podía ser esférico en el hemisferio boreal, donde aquellos sabios habían hecho solamente sus estudios; pero este otro hemisferio por cuyos límites navegaba él tenía la «forma de una pera, que es redonda salvo allí donde tiene el pezón, que es más alto, o la de una pelota con una teta de mujer puesta encima», y el extremo de tal pezón era «la parte del mundo más propincua al cielo».

Por fortuna, entre las cosas que dejó Ballester en previsión de todos los contratiempos posibles, había un biberón muy majo. Este al principio extrañaba la dureza y frialdad de aquel pezón que en su boquita le metían.

En la costa de Venezuela, al notar en el Océano la gran extensión de agua dulce de la desembocadura del Orinoco, declaraba este río «uno de los cuatro que bañan el Paraíso terrenal». Y para dar emplazamiento al Paraíso, que, según sus autores favoritos, está situado en la cumbre de una gran montaña, escribía a los Reyes Católicos afirmando que «el mundo no es redondo en la forma que dicen los antiguos, sino en la forma de una pera, que es toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón, que es lo más alto; o como quien tiene una pelota muy redonda y encima de ella coloca una teta de mujer, y esta parte del pezón es la más alta y más propincua al cielo». El pezón del mundo estaba en la costa de Paria, cerca del Orinoco, y en esta altura inaccesible vivían Elías y Enoch esperando el Juicio final.

Inmediatamente declaró que no saldría de su casa, ordenando a un criado que al amanecer fuese en busca de nodriza. Por lo pronto se trajo a la criatura leche y en un frasco con pezón de goma; se la abrigó con más y mejor ropa. Los tertulios presenciaron con cariñoso interés estas operaciones.

Todo lo sabían aquellas criaturas, a pesar de sus pocos años, como si al cogerse al pezón de la nodriza hubiesen comenzado a hojear el primer libro. Sus juicios resonaban terribles, inexorables, concisos, capaces de hacer temblar de pavor las mesas del café. Casi todos los escritores españoles eran atunes, besugos o percebes: género marítimo que sólo podía gustar a paladares groseros.

Es un refrán sin sentido común. Los locos no dicen más que disparates. Es que mi marido no está loco... Tiene ahora mucho talento. Tal creo yo. Juan Evaristo volvió a callar, pegándose al pezón con salvaje ahínco. «Tome usted un poco de esta bebida. La he preparado como para usted... Está riquísima. Es preciso calmar los nervios».

Calla. Insensible como un espartano al mal físico, Perucho sólo pensaba en la injusticia cometida con él. No hacía mal... balbució, ahogándose . No-ha-cí a-mal... ningu... no.... Volvió Julián con el ama, pero la criatura tardó bastante en consolarse al pecho. Ponía la boquita en el pezón, y de repente torcía la cara, hacía pucheros, iniciaba un llanto quejumbroso.

En el vértice del pezón estaba el antiguo lugar de delicias; y el Orinoco, que endulzaba el mar, asombrando a los navegantes con su sábana inmensa, era uno de los cuatro ríos que descendían del Paraíso. Fernando y su amigo, que hablaban de estas fantasías del Almirante paseando por la cubierta, se detuvieron ante las ventanas del gran salón.

Aunque se armó gran algazara, la moderó algún tanto el cura de Boán recordando las diversas ocasiones en que se oían contar casos análogos: culebras que se encontraban en los establos mamando del pezón de las vacas, otras que se deslizaban en la cuna de los niños para beberles la leche en el estómago....

Los olivares suman 960 hectáreas en todo el término. ¿Cómo es posible que en transformar la cosecha se entretengan desde Diciembre hasta últimos de Abril? Las vigas trabajan lentamente; una sola viga comprime 12 fanegas diarias de pasta que aquí llaman pezón ; una prensa de hierro, de 30 a 40. Usando vigas, la extracción del aceite se prolonga doble tiempo que se tardaría con la prensa.