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El día era bonancible, el mar liso y tranquilo; pero el galeón estaba tan desencuadernado y podrido, que apenas navegó una hora se fue a pique instantáneamente a la vista de la ciudad, ahogándose todos sus tripulantes.

Las exaltaciones fuertes no cesan en ti sino resolviéndose en depresiones terribles, y tu alegría loca no cede sino ahogándose en tristezas amargas. ¿Persistes en creerte de la estirpe de Aransis? ; antes perderás la vida que la convicción de tu derecho. Bien; sea.

Gabriel estaba enfermo y no debía comprometer su escasa salud con los esfuerzos del trabajo. ¿Qué iba a hacer, tosiendo y ahogándose a cada instante, en aquella tarea pesadísima de transportar maderos y acoplarlos? El enfermo le tranquilizó. Ya sabía él lo que eran los trabajos en el templo; todo se hacía con parsimonia, sin premuras de tiempo.

Escipión, ahogándose de cólera, quiere decir algo; pero se limita a herir furiosamente el suelo con el pie y se va con sus camaradas. CLEOPATRA. ¿Habéis oído, queridas amigas? Nos dejan partir. VERÓNICA. ¡Es terrible! ¡Nos echan! Es innoble. ¡Raptar a honradas mujeres, trastornarlo todo a media noche, despertar a los niños, suscitar desórdenes!

Bonifacio, en tales trances, parecía un náufrago ahogándose y que en vano busca una tabla de salvación; la tirantez de los músculos del rostro, el rojo que encendía las mejillas y aquel afán de la mirada, creía Reyes que expresarían la intensidad de sus impresiones, su grandísimo amor a la melodía; pero más parecían signos de una irremediable asfixia; hacían pensar en la apoplejía, en cualquier terrible crisis fisiológica, pero no en el hermoso corazón del melómano, sencillo como una paloma.

No, no tendría valor ni hoy ni mañana, ni nunca, ¿para qué engañarse a mismo? Mata el que se ciega, el que aborrece, él no estaba ciego, no aborrecía, estaba triste hasta la muerte, ahogándose entre lágrimas heladas; sentía la herida, comprendía todo lo ingrata que era ella, pero no la aborrecía, no quería, no podría matarla.

Y si Redondo se incomodaba, tendría que batirse con Mesía». Ana contempló a don Frutos, el mísero tendido sobre la arena, ahogándose en un charco de sangre, como la que ella había visto en la plaza de toros, una sangre casi negra, muy espesa y con espuma... «¡Qué horror!». Tuvo asco de aquella imagen y de las ideas que la habían traído.

Pepita no oyó más: su madre pegó la cabeza á la rejilla, ahogándose las palabras de la penitenta y el confesor en un confuso murmullo. La joven, sentada sobre los talones, sintiendo de la dura carne juvenil la incrustación de los tacones de sus botas, leía en su devocionario automáticamente, mientras pensaba lo que diría al confesor.

Y en una de estas entrevistas, donde las palabras se interrumpían con repentinos impulsos de pasión y las frases se cortaban con un salto de bestia en celo, ahogándose entre las bocas juntas y los pechos oprimidos por el abrazo, fue cuando Leonora manifestó su capricho. Me ahogo aquí dentro.

De todos modos, su Silvestre Paradox, aunque tan hundido en el charco impuro de la realidad y casi ahogándose en él, nos es muy simpático por su risueño estoicismo, por su desenfado y por el buen humor que nunca le abandona en medio de su inopia incorregible, cuitas y apuros. NOVELA POR JOS