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El famoso Alcibíades era el calavera más perfecto de Atenas: el célebre filósofo que arrojó sus tesoros al mar, no hizo en eso más que una calaverada, a mi entender de muy mal gusto: César, marido de todas las mujeres de Roma, hubiera pasado en el día por un excelente calavera: Marco Antonio echando a Cleopatra por contrapeso en la balanza del destino del Imperio, no podía ser más que un calavera; en una palabra, la suerte de más de un pueblo se ha decidido a veces por una simple calaverada.

Y no perdamos tiempo, voy a consultar a mis amigas. Calmaos esperándome. ¡Si pudierais veros la cara! La tenéis cubierta de sudor, como si os hubierais pasado todo el día cargando piedra. Secaos el sudor. ¿Tenéis pañuelo? ESCIPIÓN. Me parece, señora, que estáis burlándoos de . CLEOPATRA. ¿Yo? ESCIPIÓN. ¡Vaya! Y no puedo permitirlo. CLEOPATRA. ¿Y qué vais a hacer?

ESCIPIÓN. , señora, lo sabemos; pero... nosotros también tenemos la intención de pediros en matrimonio. CLEOPATRA. ¿Pero habláis en serio? ¡Habéis perdido el juicio! ESCIPIÓN. Señora, miradnos bien: no se trata de unos snobs de la avenida Nevsky.

ESCIPIÓN. Mientras toda la naturaleza, etcétera, etc., vuestros maridos, señoras, ¿dónde están? No los veo por ninguna parte. Brillan por su ausencia. Os han abandonado. Diré más, a riesgo de provocar vuestras iras: os han hecho traición vilmente. CLEOPATRA. Todo eso está muy bien, señor.

VOCES ROMANAS. ¡A las armas, ciudadanos! ¡Defended a nuestras mujeres! ¡A las armas! Dejadme hablar a Marcio. UNA VOZ TÍMIDA. ¿Eres , Proserpinita querida? PROSERPINA. , soy yo, amigo mío. ¿Cómo te va?... Venid aquí, Marcio. No temáis nada. ¿Os habéis percatado de que ni Cleopatra, ni yo, ni ninguna de las demás mujeres, queremos irnos con vosotros? Creo que está bien claro. MARCIO. ¡Cómo!

Si vuestras narices no estuviesen tan arañadas, ya veríais... ESCIPIÓN. ¡Perdonad, señora! No ha sido otra que vos la que me las ha puesto así. CLEOPATRA. ¿Cómo? ¿Yo? Entonces sois vos quien me ha raptado. Vuestros cabellos huelen a... ¿Cómo se llama eso? CLEOPATRA. ¡No os importa a lo que huelen mis cabellos! Yo creo que no huelen mal. ESCIPIÓN. Eso es lo que yo digo...

Se curó, se volvió a enamorar, volvió la novia a desdeñarlo, se encerró en su cuarto, se cortó el pelo de raíz y en su soledad forzosa empezó a escribir versos. Tenía veintiséis años cuando se representó su tragedia Cleopatra: en siete años compuso catorce tragedias.

Tengo collares de Cleopatra, legítimos y verdaderos, hallados en las pirámides, anillos de senadores y caballeros romanos encontrados en las ruinas de Cartago... ¡Probablemente les que Anibal envió despues de la batalla de Cannes! añadió Cpn. Basilio muy seriamente y estremeciéndose de júbilo.

CLEOPATRA. ¡Ah, mis queridas compatriotas! Todas juramos, pero no adelantamos nada con eso. Estos romanos son tan mal educados y brutales, que no se puede esperar de ellos que respeten nuestros juramentos. Al mío le he hecho sangre con los dientes en las narices. ¿Te acuerdas de él? Es un patán, un bruto. ¡Me estrechaba tan rudamente entre sus brazos! ¡Pobre marido mío!

CLEOPATRA. Hemos decidido aprovechar vuestra amable proposición, y nos vamos inmediatamente. ¿No estáis incomodados? ESCIPIÓN. No. CLEOPATRA. Pero antes de partir quisiéramos descansar un poco. Espero que nos permitiréis permanecer aquí uno o dos días. Esto, además, nos gusta mucho.