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No se podía dudar de la buena fe de la joven, en cuyos ojos brillaba la franqueza. Pues bien, va usted á oir la verdad puesto que quiere saberla. En lugar de irnos á pasear por las costas de Egipto y de Siria, Marenval y yo hemos atravesado el istmo de Suez y por el mar de las Indias y Batavia llegado á la Nueva Caledonia.

A Villa y al duque les caía en más gracia que a . Cierta noche le tropecé en el teatro. Hablamos en los entreactos y me citó para irnos a beber a la salida unas cañas. Gloria no asistía al teatro por ciertos miramientos bien comprensibles. Me encontraba libre, y acepté con gusto su oferta.

Al prorrumpir en estas exclamaciones, dichas a gritos, Melchor se había levantado de la mesa en que almorzaban arrojando violentamente la servilleta que al dar contra una copa la volteó y dirigiose a las piezas interiores en una de las que entró dando un formidable portazo. Debemos irnos ahora mismo, Lorenzo.

Los que nacemos en una ciudad ya hecha no nos preguntamos cómo se formó y quiénes pusieron sus cimientos. Cuando deseamos salir de ella, es para irnos a Europa y rabiar de emulación viendo que hay cosas mejores que las nuestras. Nunca miramos atrás ni nos preocupan nuestros orígenes. Hizo una pausa el doctor, como si le molestase un mal recuerdo.

Hízolo así don Quijote, teniendo las riendas a Rocinante hasta que llegase su cansado escudero, el cual, en llegando, le dijo: -Paréceme, señor, que sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia; que, según quedó maltrecho aquel con quien os combatistes, no será mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad y nos prendan; y a fe que si lo hacen, que primero que salgamos de la cárcel que nos ha de sudar el hopo.

Cree ella que fue una imprudencia de su parte ir al sermón vestida como una princesa, para azuzar más en contra suya a la gente, que ya deseaba morderla. Todo el lugar está ahora sublevado. Mal remedio sería la boda. Aumentarían la sublevación y el motín. Su Hija de usted se pondría a la cabeza. Nosotros no podríamos resistir. Los tres tendríamos que irnos con la música a otra parte.

Aun estaba en el lecho la pobrecilla. Al verme sonrió tristemente. ¿Ya te vas? murmuró con voz muy trémula. , tía; le contente, abrazándola ya es hora de irnos; ya dieron las seis y me están esperando.... Bueno... vete, y ¡que Dios te bendiga! Escribe luego que puedas. Saludas de nuestra parte al señor Fernández, y a la señorita. Escribe con frecuencia.

Después de todo, lo hace por más que por él. Además, en los disparates hechos, la culpa fué mía tanto como suya, quizá más mía. Así, pues, quietos aquí, cuidando vacas y ovejas, gallinas y patos, y cantando la pira... Estuve tentada de irnos una semana a Buenos Aires para asistir al baile que dió el Intendente.

Teníamos costumbre éste y yo de irnos después de almorzar a tomar café a la cervecería Británica y pasarnos allí un par de horas viendo al través de los grandes cristales que nos separaban de la calle de las Sierpes el ir y venir de la gente. Era un gran camarada el comandante, apacible, jovial, recto en el pensar y extremadamente cortés.

VOCES ROMANAS. ¡A las armas, ciudadanos! ¡Defended a nuestras mujeres! ¡A las armas! Dejadme hablar a Marcio. UNA VOZ TÍMIDA. ¿Eres , Proserpinita querida? PROSERPINA. , soy yo, amigo mío. ¿Cómo te va?... Venid aquí, Marcio. No temáis nada. ¿Os habéis percatado de que ni Cleopatra, ni yo, ni ninguna de las demás mujeres, queremos irnos con vosotros? Creo que está bien claro. MARCIO. ¡Cómo!