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Clara miraba al viejo con la indiferencia propia de la costumbre, y al mismo tiempo miraba á su protector como si se avergonzara de la extrañeza que le causaban las palabras del viejo. El militar, poco cuidadoso al fin de las imprecaciones del realista, comenzó á sentir interés hacia aquella pobrecilla, que, sin saber por qué, le inspiró mucha lástima desde el principio.

Se fastidiaba jugando, estudiando, paseando, trabajando, si salía a la calle, si se quedaba sin salir: no se sabía qué hacer para curarla de su aburrimiento. Debía sufrir de alguna enfermedad la pobrecilla. Probablemente papá me cree a también enferma...»

Yo, pobrecilla, sola entre los míos, mal ejercitada en casos semejantes, comencé, no en qué modo, a tener por verdaderas tantas falsedades, pero no de suerte que me moviesen a compasión menos que buena sus lágrimas y suspiros.

Váyase usted, por Dios, yo se lo ruego, se lo pido por Dios y todos los santos. ¿Irme sin ti? Eso no puede ser. Jamás consentiré yo en salir con usted exclamó la joven con resolución. Pero si tarda un momento más en marcharse, le odiaré toda mi vida. Váyase usted, por piedad. Y si me voy, ¿qué va á ser de ti, pobrecilla? dijo Bozmediano con melancolía.

Titay es esa pobre mujer que acaba de salir, era la amante de un compañero y anoche supimos había vendido cuanto tenía, creyendo poder seguirnos. ¡Pobrecilla! añadió el valiente hijo de España visiblemente conmovido; sin él nada quiere y toda su fortuna la ha tirado á la mar.

Si no, no dijo Guillermina volviendo . Más te conviene dormir que rezar. ¿Necesitas algo? ¿Quieres agua con azúcar? Ya está aquí. Retírate, que también has de dormir. Pobrecilla, no cómo resistes... ¡Vaya un trabajo que te tomas!... Iba a decir «¿y todo para quépero se contuvo.

Cuando la tortilla dió vuelta confieso, hijo, que me alegré y le puse un cirio á San Rafael bendito, porque eres un gitano falso, traidor, sin vergüenza, y me tenías á la pobrecilla fatigaita, y porque, sin razón, delante de los amigos, la corrías como una mona. ¡Ajá! San Rafael tuvo lástima de ella y te dió lo que merecías. Ya sabes lo que son ducas. En la cara las llevas señalás.

Oye , guasón interrumpió María-Manuela con acento irritado, ¿quieres callarte ya ó te estrello este vaso en las narices? Antonio se detuvo, paseó una mirada en torno y dijo bajando la voz: Ya lo ven ustedes, sólo la idea de que se sepa que le he besado la mano pone fuera de á la pobrecilla. ¡Aguarda, arrastrao! exclamó exasperada la morena abalanzándose á él.

La pobrecilla temía llegar tarde: había visto desde allá arriba el grimpolón azul, y por él había presumido que estaba el Flash atracado al muelle; y estando atracado al muelle, sería para salir a navegar por alguna parte... «Pues buena ocasión», se había dicho entonces. «Puede que Leto quiera llevarme»; y hala, hala, hala... ¡qué ira le daba aquel pedazo de camino tan escondido del muelle, donde era inútil hacer una seña o dar una voz! ¡Y si entre tanto se largaba el yacht? ¡Y ella que tenía tantas ganas de darse otro paseo en él!

¿Pero ustedes la han arrojado así...? ¿Dónde ha de ir la pobrecilla? preguntó Lázaro, que, á pesar de su agravio, no podía ver con calma que se injuriara y se maltratara de aquel modo á un ser desvalido. ¿Qué yo dónde ha ido? ¡Al infierno! dijo María de la Paz riendo. Señor, ¿es posible que haya tanta infamia en el mundo? ¡Oh!