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La Poesía se alza en el centro como reina, y en torno de ella, acatándola, sirviéndola y cuidando de su ornato y alto decoro, han de estar la Música, la Danza, la Pintura, la Arquitectura y la Indumentaria.

Si ella se irritaba, se le acababa a él lo que llamaba la paciencia, y una vez en el terreno de la fuerza el artillero vencía siempre; fuerte era como un roble Paula, pero Francisco había sido el más arrogante mozo de nuestro ejército, y tenía músculos de oso. Había nacido en lo más alto de la montaña y hasta los veinte años había servido en los Puertos, cuidando ganado.

Lo veía a menudo, y aun cuando sabía que llevaba una vida precaria cuidando caballos de carrera, le dejé que me festejara. Al principio, lo confieso, me enamoré de él, cosa que no pasó inadvertida para Herberto Hales, y durante ese verano en Mayvill, al caer la noche, tuve muchas entrevistas secretas con él en el parque.

Al verle como un bulto, Juan sintió algo de miedo. «Si le habré matado sin querer... Y en todo caso... ha sido en defensa propia». Pero la víctima exhaló un mugido, y revolcándose como los epilépticos, repitió: «Ladrón... asesino». El Delfín se acercó y poniéndole un pie sobre el pecho, cuidando de no apretar, dijo: «Si no te callas, cucaracha, te aplasto». Levantose Rubín de un salto.

Se distraía cuidando y mimando a los niños de sus hermanas, a los cuales quería entrañablemente; pero siempre había entre ella y sus sobrinitos una distancia que no podía llenar. No eran suyos, no los había tenido ella, no se los sentía unidos a por un hilo misterioso.

Ricardo se puso a despachar un pedazo de pavo al estómago con toda solemnidad, empujándolo de vez en cuando con tragos de Valdepeñas, mientras la niña, en pie, lo contemplaba risueña y satisfecha, gozando con el voraz apetito de su amigo, y cuidando de escanciarle vino y arrimarle los platos siempre que hacía falta.

Lo único que me tenía avergonzado entonces era no saber comer con modales finos ni usar ordenadamente del tenedor y del cuchillo. La señora me aleccionaba, con afectuosa solicitud, y cuidando de no aumentar mi vergüenza. Al final de la comida, la señora confirmó su pragmática para siempre en adelante: «Queda, pues, entendido, Apolonio, que nunca, nunca, me hablarás en verso.

Así distraído se alejó algo más de lo acostumbrado, y al levantar los ojos vió cerca de un muchachuelo tendido sobre la hierba, cuidando de un escaso rebaño de cabras, y muy entretenido en tallar con la navajilla algunas labores en un palo.

La Pipaón no la trataba ya con tanta altivez, aunque cuidando siempre de establecer la diferencia que existe entre una señora honrada y una mujer de conducta misteriosa y equívoca.

Aparte se hace el almíbar, y cuando tenga punto, se mete la naranja, haciéndola hervir a fuego lento hasta que esté a punto, colocándola en tarros, cuidando que quede la fruta cubierta por una buena capa de almíbar. Se necesita kilo y medio de azúcar por kilo de naranja en crudo.