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FADRIQUE. Aquí que de esmeraldas Componen estas sombras, Colgaduras al monte, al valle alfombras, Siendo en tantos colores Gigantes de zafir, pira de flores, etc.

Pues bien: muchas noches me hace tocar la pira del «Trovador» y se pone a dar unos gritos formidables. Pero en lugar de cantar «madre infelice, etc.», hace esta reforma: «No debo nada, Ya soy feliz Con Rosalía...» Y al decir Rosalía da un do de pecho estupendo que deja tamañito a Tamagno. Cuando el viento es favorable le oyen los de Zubiaurre desde su estancia, que queda a tres leguas.

El desconocido le ayudó á levantar la pira donde quemaron el cadaver del hombre, cavó la fosa en que enterraron á su madre y despues de darle algunas monedas le mandó abandonase el lugar. Era la primera vez que veía á aquel hombre: alto, los ojos rojos, los labios pálidos, la nariz afilada...

A Patroclo lo llevaron a la pira en procesión, y cada guerrero se cortó un guedejo de sus cabellos, y lo puso sobre el cadáver; y mataron en sacrificio cuatro caballos de guerra y dos perros; y Aquiles mató con su mano los doce prisioneros y los echó a la pira: y el cadáver de Héctor lo dejaron a un lado, como un perro muerto: y quemaron a Patroclo, enfriaron con vino las cenizas, y las pusieron en una urna de oro.

Y entonces levantaron con leños una gran pira para quemar el cuerpo de Patroclo.

Ante los obstáculos se duplicaba; ante los imposibles, no cedía. Enérgico, rápido, tenaz. Si nublado, se alzaba; si torrente, se sumergía. Para él era pira la existencia, átomo el universo, minutos las edades. Limpiaba, talaba, esclarecía. Hacía surgir proclamas de los muertos, lanzas de las tumbas, auroras de los antros, escuadrones de las piedras.

Y todo el pueblo lloraba cuando Príamo se acercó a su hijo, con las manos al cielo, temblándole la barba, y mandó que trajeran leños para la pira. Y nueve días estuvieron trayendo leños, hasta que la pira era más alta que los muros de Troya.

Estremecíase aún al recordar el final de la gran epopeya, ante la pira fúnebre rematada por el cadáver del héroe, cuando, tremolando la antorcha vengadora que convierte en cenizas el reino de los dioses, expresaba su pena y su sabiduría. Era su tristeza la de la mujer superior que ha amado a un ser ligero, valeroso e inconstante, y en la hora suprema lo plañe y disculpa sus faltas.

Después de todo, lo hace por más que por él. Además, en los disparates hechos, la culpa fué mía tanto como suya, quizá más mía. Así, pues, quietos aquí, cuidando vacas y ovejas, gallinas y patos, y cantando la pira... Estuve tentada de irnos una semana a Buenos Aires para asistir al baile que dió el Intendente.

Aqui será mi Pira, aqui mi rogo, Aqui será QUINCOCES sepultado, Que tuvo en su crianza Pedagogo. Esto dixo el mezquino, esto escuchado Fue de la diosa con ternura tanta, Que volvió á componer el verdugado.