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Venturita se levantó de la silla, pasó por el medio del concurso erguida y enfurruñada, y salió de la sala dando un gran portazo. Don Rosendo, después de permanecer un momento inmóvil con los ojos puestos en la puerta por donde su hija había salido, volvióse diciendo: Siento mucho estar tan fuerte con mis hijas... pero algunas veces no hay más remedio.

Un instante después estaba fuera: el portón de las Hijas de la Salve giró sin ruido sobre sus goznes; Pepe permaneció unos instantes junto a la misma entrada del convento, inmóvil, vencido del dolor, queriendo y sin poder llorar... Anduvo unos cuantos pasos... Miraba y no veía lo que tenía delante... El eco del portazo no se apagaba nunca en sus oídos.

Mas apenas los divisó ésta, corrió a refugiarse en su cuarto, que cerró con un violento portazo. D.ª Carolina dirigió una sonrisa dulce al violinista, en cuyos ojos se pintaba el espanto. Presentación, abre dijo aquélla llamando con los nudillos a la puerta. Timoteo necesita hablar contigo dos palabras. Nada tiene que hablar Timoteo conmigo respondieron de adentro.

A salir de dudas . Pues hágame usted el favor dijo a su amigo, lo bastante bajo para que no lo oyera nadie más que él , de referirnos lo que haya, sea malo o pésimo, pues bueno, ni casi regular, no lo espero; porque desde el portazo que se nos dio esta noche en Peleches, estamos mi padre y yo que no nos llega la camisa al cuerpo...

Es un cobarde y un traidor, que vendiendo amistad, hiere por la espalda». Tía y esposa no le dijeron nada, y fueron tras él. Cogiendo de la percha del recibimiento la caña que usaba, salió dando un fuerte portazo. Bajó rápidamente y estuvo hablando un rato con la portera.

Al prorrumpir en estas exclamaciones, dichas a gritos, Melchor se había levantado de la mesa en que almorzaban arrojando violentamente la servilleta que al dar contra una copa la volteó y dirigiose a las piezas interiores en una de las que entró dando un formidable portazo. Debemos irnos ahora mismo, Lorenzo.

Falta saber dijo éste , si a don Claudio le ha pasado lo mismo que a nosotros; y eso lo sabré mañana, si no lo averiguo esta misma noche. Me parece bien pensado, hijo; muy bien pensado... eso es. Y si resulta que no ha habido portazo para él, démonos usted y yo por muertos en Peleches. ¡Caray, caray! Un incidente grave

¿Qué pareja es la que sin mirar a un lado ni a otro pide un cuarto al mozo y...? Pero es preciso marcharnos, mi amigo y yo hemos concluido de comer: cierta curiosidad nos lleva a pasar por delante de la puerta entornada donde ha entrado a comer sin testigos aquel obscuro matrimonio... sin duda... Una pequeña parada que hacemos alarma a los que no quieren ser oídos, y un portazo dado con todo el amor propio de un misántropo nos advierte nuestra indiscreción y nuestra impertinencia.

Ni siquiera de cumplido, hombre: «pasen ustedes un momento... avisaré a don Alejandro...» para hacerle el homenaje de amigos... eso es... Pues nada, Leto... portazo, ¡caray! ¿Se habrá sabido aquello? ¿Habremos caído en desgracia?... Si es de cuidado lo de ella... por lo mismo; y si no lo es, igualmente... Vamos, que no hallo razón para el... llamémosle desaire, eso es, inmerecido... Y no me duele por desaire, no, señor: me duele como síntoma, como síntoma de un enojo... eso es, del señor don Alejandro... ¡Caray! con lo que yo le estimo y le... ¿Lo ves de otro modo, Leto?

Y dió un portazo, dejando a Esteven solo, en la alcoba conyugal, pues lo era esta estancia lujosamente decorada... Esteven, con un gorro de terciopelo bordado de gusanillo mate y borla de oro, la barba sin teñir, con unas ojeras como dos pinceladas de betún, amarillo como un cadáver, los ojos fijos en los dos nombres: Rocchio, Portas, que saltaban sobre la mesa de noche, esperaba... Míster Robert entró...