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Cuando las atalayas de la costa anunciaban con fogatas o humaredas un barco de moros, de todas las alquerías de la parroquia corrían las familias hacia el templo, los hombres cargando su escopeta, las mujeres y niños arreando las cabras y los asnos o llevando a cuestas con las patas atadas en manojo todas las aves de corral.

Por su valor y su arrojo Es conocido el primero, Y se distingue el segundo Por su semblante sereno: La calva frente de Blanco Es de su alma fiel espejo, Pues se retratan en ella La honradez y el ardimiento. Trescientos hombres le siguen Cargando al son de degüello, En proteccion de los bravos Que lidiando como héroes, Mas que hombres de hueso y carne Parecen hombres de hierro!

¡Qué musculatura, chico! ¡Qué hombros! Con estos hombros que aquí ves dijo el indiano con orgullo se han ganado muchos miles de pesos. ¿Cómo? ¿Cargando sacos? ¡Sacos! exclamó Granate sonriendo con desprecio. Eso es pa la canalla. ¡Cajas de azúcar como vagones! El Bombé estaba desierto en aquella hora.

Los alaridos de los australianos les hicieron ver que también habían acertado en su puntería, poniendo a dos enemigos más fuera de combate. Los dos jóvenes retrocedieron precipitadamente, cargando los fusiles, y llegaron adonde estaban el Capitán y el piloto, los cuales no habían abandonado la caldera. ¿Estáis heridos? les preguntó Van-Stael. No, a Dios gracias respondieron.

Toparónse luego, y Montaner hecha una pequeña tropa de sus catorce cavallos, cerró con los ochenta, y peléo tan valientemente, que Jorge se retiró con pérdida de treinta y seis de los suyos muertos, ó presos. Fuéle Montaner siempre cargando, hasta que llegó al molino. Cobró las acemilas, y salvó la gente.

Era todavía la buena época de Cádiz. Constantemente estaban cargando y descargando carros en la calle de la Aduana, llena de almacenes y de escritorios, y constantemente los carretones entraban y salían del almacén de don Matías. El almacén era inmenso, con bóvedas en donde se apilaban sacos, barricas, toneles y cajas.

Había llegado pocos años hacía de Cuba, donde cargando primero cajas de azúcar y luego vendiéndolas se enriqueció. Vino hecho un beduino, sin noticia alguna de lo que pasaba en el mundo, sin saber saludar, ni proferir correctamente una docena de palabras, ni andar siquiera como los demás hombres. Los treinta años que permaneció detrás de un mostrador le habían entumecido las piernas.

Esto no sería fácil averiguarlo, pues en aquel momento descubrió Ah-Fe el secreto del cerrojo y pudo abrir la puerta, coincidiendo esto con el ruido de pasos que se oía en la escalera. El chino no apresuró su salida, sino que cargando pausadamente con el cesto, cerró con todo cuidado la puerta tras de , y penetró en la espesa niebla que se cernía impenetrable por la calle.

Querían los cristianos ir en su seguimiento, pero no siendo prácticos en los caminos defirieron esta empresa para tiempo más oportuno y cargando en sus hombros los cadáveres, dieron la vuelta á su Reducción, donde tuvieron no poca materia de alegría en los dos pueblos que vieron se fundaban de nuevo; el uno con el título de San Ignacio de los Bocas, y el otro de la Concepción, donde se juntaron los pueblos de lenguas muy diferentes, que en sus correrías hacia el Mediodía había descubierto el V. P. Lucas Caballero.

Ya se ve, pues, que entre el mal alumbrado y la gente non sancta, era harto arriesgado transitar por las calles en los buenos tiempos de la fe y de las venerandas tradiciones, pudiendo decirse que apesar de repetirse nuevos bandos sobre alumbrado en 1777 y 1779, hasta 1791 no contó Sevilla con un verdadero servicio, gracias al Asistente Ábalos, que, por cuenta del Ayuntamiento y cargando una contribución á los propietarios de casas, colocó faroles en todas las calles, los cuales faroles eran de forma adecuada y de dos mecheros, durando el alumbrado desde 1.º de Octubre de 1792 al 24 de Junio de 1793, las noches que no hacía luna, y terminando en el comienzo del verano.