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Con esto venganzas cesan, 335 Que suelen en las ciudades Engendrar bandos, de quien Tan tristes sucesos nacen. Vos quedaréis con la honra Que es justo y que Ronda sabe, 340 Satisfecho el señor Duque, Desenojado mi padre, Y yo con tan buen marido, Que pueda mi casa honrarse Y don Alonso mi hermano. 345 ¿Quién pudiera sino un ángel, Señora doña María, Hacer tan presto las paces?

La riña, pues, se traba por brillar, por la gloria del vencimiento, por amor a la reputación. Ancho círculo se forma en torno de los combatientes, y los ojos siguen con pasión y avidez el centelleo de los puñales que no cesan de agitarse un momento. Cuando la sangre corre a torrentes, los espectadores se creen obligados en conciencia a separarlos.

La pobre Niña, sentada en el suelo, sollozando, con la cara oculta entre las manos, excita la compasión de todos los presentes, que no cesan de interceder por ella.

Los trabajos que se pasan en tan prolija navegacion por tantos rios, y en clima tan ardiente, bien se echa de ver que serán muchos y grandes; pero el mayor suele ser la continua guerra de los mosquitos que no cesan de molestar á todas horas. Situacion de Mattogroso.

Malas creederas tiene vm., respondió Candido. Consiste en que he vivido mucho, replicó Martin. ¿Pues no ve vm. esos gondoleros, dixo Candido, que no cesan de cantar? Pero no los ve vm. en su casa con sus mugeres y sus chiquillos, repuso Martin. Sus pesadumbres tiene el Dux, y los gondoleros las suyas.

Me ha contado muchas cosas de mi Alfonso: dice que sus maestros no cesan de hablar de él mucho y bien. ¡Dios le bendiga como yo le bendigo de todo corazón! Mañana empiezo a dar lecciones a mis niñas... «Después de comer, han venido a decirme que acaba de morir un pobre anciano abandonado en la cabaña del monte donde yo acostumbraba a pasar el rato.

-Dígote de verdad -respondió don Quijote- que has contado una de las más nuevas consejas, cuento o historia, que nadie pudo pensar en el mundo; y que tal modo de contarla ni dejarla, jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me maravillo, pues quizá estos golpes, que no cesan, te deben de tener turbado el entendimiento.

A una señal de Anco Marcio, las trompetas cesan de tocar. MARCIO. ¿Os detenéis o no? ¡Dios mío, no es fácil atajar un torrente que se precipita hacia el mar! ¡Al fin os habéis detenido! Ahora, obedeced. ¡Atrás los trompetas! ¡Adelante los profesores! Los demás que sigan en su lugar, sin moverse. Los profesores avanzan. MARCIO. ¡Señores profesores, preparaos!

Ciérranse sus poros, le falta aire respirable; siéntese ahogado, empero conserva su forma y queda árbol de piedra, espectro de árbol, sombra lúgubre sin fuerzas para desaparecer, cautiva en la muerte misma. Mucho antes de vislumbrarse el mar, se oye y se adivina el temible elemento. Primero un rumor lejano, sordo y uniforme. Poco á poco cesan todos los ruidos dominados por aquél.

Las exaltaciones fuertes no cesan en ti sino resolviéndose en depresiones terribles, y tu alegría loca no cede sino ahogándose en tristezas amargas. ¿Persistes en creerte de la estirpe de Aransis? ; antes perderás la vida que la convicción de tu derecho. Bien; sea.