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, los curas son indispensables para dar respetabilidad a las casas dijo repantigándose en una butaca y extendiendo groseramente las piernas . Sin un poco de paño negro, los palacios recién pintados como éste chillan demasiado.... Sólo que a la larga se hacen muy molestos: no se cansan de pedir.

El agua de las lágrimas bailaba en las pupilas de sus ojos azules, en que se mezclan la vivacidad y la ternura. Aceleré cuanto pude el fin de la fiesta. Quería librar mi casa de aquella atmósfera de majadería. Los cipreses acabaron por serme molestos. No veía la hora de verlos desfilar a la calle.

¡Duerme! dijo con solemnidad el padre. ¡Silencio! exclamó la hija, con un dedo sobre los labios. Pero, ¿qué ha sido? ¡Pchs! Silencio. Se está mudando contestó Marta en voz baja, de esas que son silbidos, más molestos que los gritos. Reyes notó el olor de un antiespasmódico; olor de tormenta para los recuerdos de sus sentidos. También había cierto hedor nauseabundo.

Tía, no creo realmente manifestar ridículas exigencias, pidiendo a mi futura mujer principios más sólidos que los de la señorita de la Treillade, para quien los niños son polichinelas molestos, verdugos de la belleza... y en cuanto a las escandalosas historias, a las pocas decentes bromas, a los eróticos equívocos con que aquella señorita esmalta sus conversaciones con sus amigas, de sobra que por desdicha, es hoy moneda corriente entre señoras de alta sociedad, y aun, lo que es peor... entre solteras... Pero, si me caso, es precisamente para no oír en mi casa lo que escucho en la de cualquier cortesana... Todo lo contrario, deseo para siempre olvidar ese tono, ese lenguaje de que me siento harto hasta el fastidio... ¡Quiero respirar un poco de aire puro en mi hogar!

Al principio la reusaba; y habiéndole referido mis largos trabajos y molestos servicios, y la fidelidad continua con que los habia ejecutado en el servicio del Rey, y que en todo este tiempo considerase cuantos peligros y miserias haba sufrido, y cuantas veces puse la vida por el mismo general, sin haberle dejado jamas, me dió licencia con mucho honor, y cartas para el Rey: en que, despues de dar cuenta de todas las provincias del Rio de la Plata, ponderaba lo que yo habia servido en ellas.

Francamente, aquellos enternecimientos periódicos le parecían excesivos y molestos a la larga. «¿Qué diablos tenía su mujer?». Pero, hija, ¿qué te pasa? estás mala.... No, Víctor, no; déjame, déjame por Dios ser así. ¿No sabes que soy nerviosa? Necesito esto, necesito quererte mucho y acariciarte... y que me quieras también así.

Abrían las cajas para sacar camisas blancas y vestidos nuevos; limpiábanse de los menudos compañeros de viaje repugnantes y molestos, que volvían a refugiarse en las rendijas de las naos; se ceñían la espada. En cuanto a las pobres damas, macilentas por el mareo y las privaciones, transfigurábanse al llegar a las nuevas tierras.

Para atenuar las horas tristes, sacaban fuerzas de flaqueza, alegrando con afectadas fantasmagorías los ratos de la noche, cuando se veían libres de acreedores molestos y de reclamaciones enfadosas. Fue preciso hacer nuevas mudanzas, buscando la baratura, y del Olmo pasaron al Saúco, y del Saúco al Almendro.

Pero, sin saber quién la trajera, ya había corrido la voz por la romería de que Rosa se había escapado de casa con el señorito que la acompañaba. Y esto fue causa de que tanto los mirasen y tanta sonrisa maliciosa advirtiesen en los rostros entornados hacia ellos, que, enojados y molestos al cabo, determinaron volverse a la pomarada.

Digo, pues, que este Pepe Guzmán entretenía aquella noche a Nica Montálvez cuando se acercó a ella su amigo Gonzalo Quiroga con la consabida embajada, y añado, para decirlo pronto, puesto que ha de saberse más tarde o más temprano, que el tal Guzmán era aquel algo que Verónica exceptuaba de los molestos arrullos amorosos que pasaban sobre ella, sin sentirlos, como el viento sobre las rocas; aquel «algo en que detener la imaginación y con que apacentar los deseos, que existía en el ancho círculo de sus relaciones sociales». Y es de saberse también que, a aquellas fechas, aún no se habían cruzado los primeros fuegos de la batalla entre la dama y el galán.