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Como la enferma no estaba muy segura de padecer todos los males de que se quejaba, temerosa muchas veces de que las pócimas recetadas no fuesen necesarias dentro del estómago y acaso perjudiciales, prefería por regla general el uso externo, con lo cual se aumentaban las fatigas del cónyuge curandero, porque todo se volvía untar y frotar el cuerpo delgaducho y quebradizo, quejumbroso y desvencijado, de su media naranja o medio limón, como él la llamaba para sus adentros; porque los desahogos de Bonis eran de uso interno, al contrario de lo que sucedía con las medicinas de su mujer.

Lo único que lamento es que nos dejase tan pobres; aunque sus antecesores ya habían hecho más que él para arruinarnos. Los días en que había perdido se mostraba más quejumbroso, recordando las inmensas posesiones de los Castro de la conquista americana. Hay ahora inmensas ciudades en campos que dió el rey á mis antecesores.

En la breve campaña nocturna, sacaba escondido un velo negro, viejísimo, de Doña Paca, para entapujarse la cara; y con esto y unos espejuelos verdes que para el caso guardaba, hacía divinamente el tipo de señora ciega vergonzante, arrimadita a la esquina de la calle de Barrionuevo, atacando con quejumbroso reclamo a media voz a todo cristiano que pasaba.

Las dos hermanas casadas, Candelaria y Benigna, iban alguna vez, Jacinta casi siempre; pero se divertía muy poco. Aquella mujer mimada por Dios, que la puso rodeada de ternura y bienandanzas en el lugar más sano, hermoso y tranquilo de este valle de lágrimas, solía decir en tono quejumbroso que no tenía gusto para nada.

El profundo silencio turbábanlo de vez en cuando los tercetos de ciegos que, agarrados del brazo y golpeando el suelo con sus garrotes para orientarse, iban por el arroyo sin miedo a ser atropellados, prorrumpiendo en lamentaciones poéticas que, en tono quejumbroso, relataban la pasión y muerte del Redentor.

Y sin embargo, á pesar de lo imponente que á veces se volvía aquella voz, tenía siempre algo esencialmente quejumbroso. Había en ella una expresión de angustia, ya leve, ya aguda, el murmullo ó el grito, como quiera concebírsele, de la humanidad sufriente, que brotaba de un corazón que padecía é iba á herir la sensibilidad de los demás corazones.

¿Se acabó todo? respondió la viuda con el mismo tono quejumbroso y lánguido. , mi tía respondió con acento breve y deliberado el joven Arturo, que parece un mozo bastante satisfecho de mismo. Hubo una pausa; en seguida la señora de Saint-Cast sacó del fondo de su alma expirante esta nueva serie de preguntas: ¿Estuvo bueno? Muy bueno, tía, muy bueno. ¿Mucha gente?

La superficialidad aparente es rebuscada: el autor, sin quererlo, se olvida con frecuencia de que se ha prometido ser tan sólo un jovial a la vez que quejumbroso compañero de viaje. Al correr de la pluma, ha emitido juicios de una precisión y exactitud admirables. Otras veces ha lanzado ideas que van contra la corriente general.

Sibilantes y rumorosas, las aguas salen precipitadamente de la presa para ir a perderse con un gruñido sordo y quejumbroso en el golfo de espuma, encima del cual parece levantar una bóveda brillante el polvo de las olas que se estrellan. Al rumor de la caída se mezcla el rugido de la tormenta.

Doña Manuela, que le había tenido tanto tiempo a su voluntad, asombrábase ahora ante sus alardes de independencia. Le habían cambiado su hijo, según ella decía con el tono quejumbroso de una madre resignada. Y el tal cambio consistía en haberse negado Juanito varias veces a darla dinero para salir de pequeños apuros. Esto indignaba a doña Manuela.