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El buen ingenio llevaba sobre las señales de la ruda actividad á que se había visto sentenciado desde su llegada á Madrid. Sus ojos estaban un tanto hundidos, su nariz parecía más afilada; la blanca golilla de su cuello estaba más de un tanto ajada, su traje descuidado y todo él descuadernado y lánguido que no había más que pedir.

Estaba todo perfumado, su traje era casi tan rico como el del Rey, su andar afeminado y lánguido; de sus orejas pendían zarcillos primorosos; de su garganta un collar de perlas; ceñía su frente una guirnalda de flores. Era el mismo Parsondes, que me echó los brazos al cuello. Yo soy, me dijo, muy otro del que antes era.

Sólo con voz apagada y apenas perceptible exhaló, por último, como lánguido suspiro, un Buenos días, Sr. D. Fadrique. Buenos días, dijo también Clara, no con más aliento que su padre.

De vez en cuando miraba con el rabillo del ojo a su amiga, admirando la bravura de aquella chica, que en lance tan apurado marchaba serena, confiándose en él, y segura de misma. No se oía más ruido que el que ellos hacían al pisar las hojas secas sembradas por el camino y el murmullo lánguido del riachuelo.

Aquello era un harén preparado al gusto europeo: sólo faltaban los pebeteros y las pipas de largos tubos de seda; y así y todo, trascendía el aposento, a molicie africana. Leticia condujo a uno de los divanes al sorprendido mancebo, que también tenía mucho de oriental entonces con lo lánguido y ojeroso que le habían dejado sus pesadumbres, y se sentó a su lado.

Muchas, sofocadas por aquel ambiente, se habían quitado la máscara, saltaban con las mejillas rojas y los ojos brillantes, dejándose arrebatar en el torbellino del baile. Unas se desplomaban con lánguido abandono en los brazos de sus galanes, abatidas, mareadas, reposando la cabeza despeinada sobre sus hombros.

Cosmético, no... yo se lo juro respondió Frasquito con lánguido acento, sacando de su boca las palabras como con un gancho . Lo gasté... pero no en eso... Tenía que pro... pro... si lo diré al fin... que proporcionarme una foto... grafía». Rebuscó en el bolsillo de su gabán, y de entre sobadas cartas y papeles, sacó uno que desdobló, mostrando un retrato fotográfico, tamaño de tarjeta ordinaria.

Sin embargo, me convendría salir de Marineda una temporada.... Al pensar esto, miraba maquinalmente a las hojas secas, que valsaban con lánguido y desmayado ritmo. Pero ¿y Josefina? Si las noticias de mamá son ciertas, no va a ser posible abandonar una proporción que tal vez no vuelva a encontrar en mi vida. ¡Qué mil diablos!

Mas al fin, como todo se arregla en este mundo menos la muerte, las señoritas de Ciudad con sus adyacentes quedaron bien empaquetadas en una embarcación destinada a la pesca, y el patrón de la Sanidad pudo dar señal de marcha. Los doce remos de las falúas empezaron a caer acompasadamente en el agua con chapoteo lánguido, como brazos que se esperezan.

Los rugidos de las olas se amortiguaban y la brisa soplaba dulcemente como el hálito perezoso del que se prepara a dormir. Un silencio augusto y conmovedor empezaba a elevarse del seno de las aguas. En las cavernas de la roca, Marta dejó de percibir el grito acongojado que la asustara, y los truenos y ronquidos se habían ido cambiando lentamente en un glu glu suave y lánguido.