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Lo que vale es el trabajo de los hombres inteligentes que desean emanciparse de una vida de harén y apelan al estudio como único medio de conseguir la libertad. Hemos encontrado á un octogenario que de joven hizo la guerra con el generalísimo Ra-Ra, mi heroico abuelo. Este anciano conoce el mecanismo de todos los aparatos de combate que se conservan en las universidades.

Pasadas unas cuantas generaciones, estas máquinas de músculos, sin iniciativa ni voluntad, resultarán perfectas. En nuestra vida de familia ejerce un miedo salutífero la existencia de dicha clase inferior. Los hombres obedecen sin discusión á la esposa ó la madre, por miedo á perder las dulzuras de la vida de harén que llevan en sus casas.

El había sido siempre el protector, el amoroso á estilo oriental, incapaz de interesarse por otras hembras que las de su harén, que todo lo deben á su munificencia, desde el chapín á los penachos del turbante, las joyas que adornan su pecho, las confituras que las nutren, la pipa que fuman, el instrumento que acompaña sus cantos. No le interesaba Alicia como mujer. ¡Ni ella ni otra!

Aquello era un harén preparado al gusto europeo: sólo faltaban los pebeteros y las pipas de largos tubos de seda; y así y todo, trascendía el aposento, a molicie africana. Leticia condujo a uno de los divanes al sorprendido mancebo, que también tenía mucho de oriental entonces con lo lánguido y ojeroso que le habían dejado sus pesadumbres, y se sentó a su lado.

Encerrado en la ancha cámara, donde estaba el único acceso para penetrar en el harén, y asistido sólo por su médico, por su viejo confidente y valido el jefe de los eunucos, y por cuatro de sus más fieles e íntimos servidores, el rey siguió dando órdenes y excitando a la resistencia.

Todo el mundo se llenó de gozo al ver descifrado el enigma, y de los cortesanos a los esclavos, y de éstos a los guardias, y del Sultán a la madre, y de ésta a las esclavas, y de las mujeres del harén a otras mujeres, bajó rodando de boca en boca desde la Alhambra de Granada el mismo nombre de la enfermedad. ¡Catalexis!

El mercader averigua entonces que ella está en el harén del sultán, de donde ha salido a hurtadillas, mientras el sultán está en la sierra cazando jabalíes. Ella se llama Gláfira. Es natural de una pequeña aldea situada en la falda del monte Ida. Aunque su familia era pobre, presumía de alta y antigua nobleza. Su estirpe se remontaba a las edades míticas.

Encendieron fuego en seguida, le aplicaron a papeles y a trapos que había en la base del montón, y muy pronto con feroz alegría vieron surgir el humo y las llamas. Luego penetraron en el harén dispuestos a destruirlo todo y a dar muerte a las mujeres para que no fuesen profanadas y ultrajadas por el vulgo.

La entereza, constancia y resistencia de Echeloría habían de mover a todo esto, y a más, el ánimo generoso de Salomón. ¿Qué le importaba a este gran Rey una mujer más o menos, cuando tenía en su harén setecientas reinas, ochocientas concubinas e infinito número de princesas?

Al punto se dejó escuchar un coro de gritos y voces en todos los tonos y con toda la discordancia que para tales y semejantes casos tiene reservados el diapasón femenil. Acudieron por de pronto los esclavos y eunucos negros del harén y principiaron a moverse en todas direcciones con aquel acuerdo que se acostumbra en los trances apurados.