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Creo que semejantes desatinos son contra el respeto que debe merecernos la opinion pública, contra el decoro que todos debemos á la formalidad, contra la cortesia universal que debe el hombre al buen sentido. ¡Zapato galante! ¿Cómo y en qué? ¿De qué modo puede un zapato tener galantería? ¡Al pensamiento! ¿Quién es un fabricante de calzado para hablarnos del pensamiento? ¿Qué pensamiento puede encerrarse en su zapatería? ¿Ni quién es tampoco un fabricante de confites para hablarnos de pensamientos bellos? ¿Qué sabe él lo que es un pensamiento bello? ¿Qué belleza de pensamiento puede esconderse en sus confituras? ¿Ni qué tiene que ver el céfiro con un almacen de quincalla, ni el poner betun en las botas con la gran industria del siglo, ni una sílfide con una fonda, ni un almacen de tapones de corcho con la estrella del Mediodía, ni una tienda de comestibles, en donde se vende aceite, vinagre y velas de sebo, con el buen pastor, con ese buen Pastor que es una personificacion religiosa, un símbolo moral, una especie de poder divino? ¿Qué es esto? ¿Dónde estamos?

Papá era de opinión, para que no se pudiera siquiera sospecharlo de querer obtener ese casamiento por medios desleales, de comprometerse definitivamente por una promesa, y mamá decía: «como decía «» a todo lo que no tenía relación con las jaleas o las confituras.

El bufón le hizo repetir esta operación tres veces consecutivas. Una gran cantidad de los polvos había sido introducida en la pera. Ahora podéis ponerla ese lazo dijo el tío Manolillo. Montiño puso en la pera el lazo rojo y negro. Tomó la pera el bufón, y colocándola sobre una hoja de parra contrahecha, para aislarla, la puso sobre las otras confituras.

De cuando en cuando, Mantoux u otro criado de la casa, servía café, helados o confituras, según los usos de la hospitalidad oriental. Los huéspedes se extrañaban de que la dueña de la casa fuese la única fumadora de toda la concurrencia. En Oriente se fuma siempre. Vosotros arrojáis el cigarrillo a la puerta de una casa, pero la dueña os ofrece otro en seguida.

Una vez cada año, el día de San Juan Bautista, se hacía la visita de inspección, como si dijéramos, por todos los establecimientos de confitería, y era de ver con qué gravedad y ceremonia el teniente de Asistente, acompañado por el escribano de cabildo, examinaba cacerolas, calderos, medidas y moldes, se enteraba del estado de los productos y se informaba prolijamente del personal y de su pericia para elaborar las delicadas confituras.

Ya está aquí... Gracias, señora Catana: bien que la culpa no es suya ni de la cocinera, sino de nuestro madrugón, inesperado en la cocina... ¡Ea! don Claudio, adentro con eso... No tienen mala traza esos bollos. Hombre, ¿qué tal se anda aquí de pan? Bastante bien, como de carne y de leche... y de confituras. Pues estamos como queremos... Si te digo, Nieves, que esto de Peleches es Jauja...

No había un solo plato que recordase el armónico curso de una comida ordinaria. El paladar influía en la imaginación, evocando recuerdos de remotos viajes, visiones de países antitéticos. Las confituras exóticas alternaban con los platos calientes: las pastelerías aderezadas con violentos perfumes eran servidas al mismo tiempo que ciertas salsas agrias, picantes ó de intensa amargura.

Eran las posadas con sus inocentes placeres y con su devoción mundana y bulliciosa; era la cena de Navidad con sus manjares tradicionales y con sus sabrosas golosinas; era México, en fin, con su gente cantadora y entusiasmada, que hormiguea esa noche en las calles corriendo gallo; con su Plaza de Armas llena de puestos de dulces; con sus portales resplandecientes; con sus dulcerías francesas, que muestran en los aparadores iluminados con gas un mundo de juguetes y de confituras preciosas; eran los suntuosos palacios derramando por sus ventanas torrentes de luz y de armonía.

Además dijo el tío Manolillo tomando otro papel más abultado , aquí hay una porción de lazos: blancos, verdes, azules, dorados; adornad ese plato de confituras, Montiño, que esté vistoso; vamos, que se pasa el tiempo.

Debajo de esta araña había una gran mesa cubierta con un mantel, y sobre el mantel una numerosa variedad de manjares servidos en vajilla de plata; en el centro estaban los postres de dulces, conservas y frutas de la estación, y en medio de estos postres un plato de confituras coronado por una enorme pera, puesta sobre una hoja de parra artificial, y adornada con un lazo rojo y negro.