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Don Fadrique prosiguió diciendo: De sobra sabe V. que Paca, la primera mujer del tío Gorico, fué una mala pécora. Es evidente. Dios la haya perdonado. La buena reputación de Paca no tiene nada que perder. Absolutamente nada. Pues bien. Hay la feliz coincidencia de que Nicolasa nació pocos meses después de mi ida de Villabermeja, cuando estuve allí de vuelta de la Habana. ¿Y qué?

Allí, con mirar al cielo y verme en parte ancha, se me quitó el temor; a lo menos se templó de manera que tuve ánimo de esperar a ver en lo que paraba la ida y vuelta de aquella mala hembra y lo que me contaba de mis sucesos.

En fin, y para abreviar, que ya nos detenemos demasiado, habéis sido acusado por el duque de Lerma, juntamente con don Juan Téllez Girón, de homicidio contra don Rodrigo; y como don Rodrigo se va por la posta... Pues si se va me alegro, que nosotros por aquí nos quedamos, y á fe mía, que no ha de faltar quien pague las costas. Gran servicio habremos hecho con la ida de tal, al rey y á la patria.

»Decís mal del Duque, que es un hombre remiso y que se fué de miedo; que para vos se guardan semejantes empresas que ésta. El día que se ofreció pelear, el Duque, para la poca experiencia que tenía en cosas de guerra, lo hizo tan bien, que echó en vergüenza á los muy pláticos y bravosos. Su venida aquí, y la estada que hizo y la ida de agora, todo ha sido por consejo y parescer vuestro.

Llegaron á grandes pasos, ó con precipitada marcha en el mismo dia cerca del Rio Curutuy, ó del Lavatorio, y se hizo en medio dia el camino, que á la ida necesitó cuatro, porque siempre la vuelta tiene los pies mas veloces.

Con esta resolucion dispuso el infante su partida, fué acompañado de la mayor parte de la gente de Berenguer de Entenza, y de Fernan Jimenez, sus personas no pareció llevarlas porque no fuera acertado antes de tener ganada la voluntad de Rocafort, y de los suyos, ponerle delante por primera entrada sus competidores en mejor lugar cabe el infante; y así defirieron la ida estos dos ricos hombres cuando el infante hubiese jurado, porque entonces estando con entera autoridad se podrían hacer las amistades.

Mas no fué del todo inútil esta ida del Padre Zea, porque algunas familias de mejor condición, se redujeron á San Joseph, y después, poco á poco, han ido siguiendo su ejemplo las otras.

Así cuentan de un tal indio llamado Ignacio que no sabe vivir sin andar en busca de infieles y ganando almas á Cristo; y el P. Juan Bautista de Zea, en su ida á los Zamucos, le escogió por capitán de los demás, y á él singularmente fiaba los negocios más graves del bien de aquella gente.

Aquí fué recibido y hospedado con mucho amor y benevolencia del señor del lugar, quien entendida la causa de su ida, mandó luego echar bando por todas las Rancherías del contorno, que se juntasen día señalado todos los caciques á Concejo, para resolver el negocio de su conversión; y se ejecutó así el día último de Julio, consagrado á nuestro gran Padre y Patriarca San Ignacio.

Mordiendo la uña del dedo meñique con encarnizamiento, protestaba de esta ida a la estancia en pleno invierno; que no contaran con ella, porque ni a soga habían de llevarla: la temporada de ópera en lo mejor, tres bailes anunciados... ¡la muerte antes que la estancia! Bien mondado el meñique, pasó al anular, insistiendo en su pregunta.