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El capataz continuó la lectura de las diversas hojas que componían el cuaderno. Al fin empezó á entender su texto, y esta comprensión sirvió para aumentar su asombro, ¡Y para eso le enviaban á Buenos Aires, con orden de volver inmediatamente!... ¡Padre San Francisco! murmuró . Esto no puede ser para una sola hembra. Esto es para todo el harén del Gran Turco.

¿No? exclamó Francisca. Pronto, Petra, vámonos a esos pueblos felices. No creas que me conformaría con la vida de harén respondió Petra en tono desdeñoso. Es verdad exclamó Francisca; ya he dicho otra tontería. No me extraña dijo dando un suspiro la pobre señora de Dumais que nos había seguido. Esperaba eso de mamá respondió Francisca con filosofía.

Consentía de mala gana en las salidas al caer la tarde, que él aprovechaba para convertir en harén el sotabanco de Carola; pero de noche no le permitía poner el pie en la calle.

Si había que ir en busca de un comestible olvidado el día antes, era ella la que se encargaba de la expedición, queriendo evitarle todo contacto con la vida exterior. Las tardes eran tardes de harén, pasadas sobre el diván ó tendidos en el suelo. Ella entonaba á media voz cantos orientales incomprensibles y misteriosos.

Cuando el Gaviota II tornaba á anclar en una bahía visitada el año anterior, los curiosos encontraban completamente renovado este harén errante. Algunas veces llegaban á reconocer á una ó dos de las damas, pero tenían la expresión melancólica y paciente de la odalisca venida á menos, que se considera contenta en el lujo y el olvido.

Una vida de muchacho aturdido con varias compatriotas libres como ella de las viejas ataduras del sexo; una existencia de estudiante; teatros, cenas hasta altas horas de la noche, sin más hombres que algún gentleman viejo, que acompañaba a esta tropa de emancipadas lo mismo que un guardián de harén sigue a las odaliscas en vacaciones.

Era una hija natural, legitimada luego, como casi toda su prole: un producto de su harén libre, en el que se mezclaban beldades sarracenas y marquesas italianas.

No bastó la habilidad de los raptores y no bastó el secreto con que la ejercieron, para que Balarán dejase de presumir y aun de tener por seguro que el tirano Abdul ben Hixen, ardiendo por Urbási en lascivos amores, era quien la había robado y quien en su harén la guardaba cautiva. Entonces Balarán no vaciló un instante. Forjó su plan y lo realizó con presteza de acuerdo conmigo.

Es un harén de moras civilizadas, un gineceo no oculto en la pudorosa sombra del hogar, sino descaradamente implantado en el sitio más público que darse puede.

Se alejaba de mismo, de sus excesos de tierra, de su imaginación perversa y curiosa, que le hacía buscar y tentar á nuevas mujeres, perturbando su tranquilidad, sin que experimentase un verdadero deseo. Emprendía los más extraordinarios viajes, buscando la paz del mar y su atmósfera reconfortante, la orquesta iba con él; pero el harén quedaba en tierra.