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Hallábase tan acongojado, que la frase se le retortijó en la garganta, y juzgando que más que las palabras serían elocuentes las actitudes, se hincó delante de su ahijada, y le tomó las manos para besárselas, y luego que pasó un rato en estas mímicas, conmovidos ella y él, pudo articular Relimpio estas palabras: «Niña mía, no des ese paso, detente...

¡Vuelve a mi lado, que me causa enojos cuanto en redor acongojado miro! ¡vuelve, que sólo por mirar tus ojos desque partiste sin cesar suspiro! Son tan hermosos, ¡ay! tus ojos bellos, tan dulce su mirar, paloma mía, que diera yo para mirarme en ellos lo que nunca jamás otro daría.

Vencida por su tono acongojado, pero no del todo exenta de sospecha, dijo: Cava bajo el árbol, cerca de las raíces, y encontrarás muchas; pero cuidado en decirlo. Melisa tenía, como los ratones y las ardillas, sus escondrijos; pero, naturalmente, el maestro fue incapaz de encontrarlas, probablemente porque los efectos del hambre cegaban sus sentidos. Melisa empezaba a inquietarse.

Preferí á excusarme con el autor, darte la excusa de lo que pudieras creer osadía, á , que por la superioridad que te el ser juez inapelable y temido de cuantos escribimos, no resultarás mortificado en tu amor propio; que por ser solicitado con afán, no cabe la posibilidad de que te consideres desdeñado; y que más bien pecas de excesiva benevolencia que de rigor excesivo, puesto que toleras y sustentas, aunque no con esplendidez, á tanto escritor de pacotilla; y aquí por qué me encuentras todo medrósico y acongojado ante las dificultades del desempeño del empeño en que me veo metido, sin garantías que puedan valerme en tu juicio.

Los rugidos de las olas se amortiguaban y la brisa soplaba dulcemente como el hálito perezoso del que se prepara a dormir. Un silencio augusto y conmovedor empezaba a elevarse del seno de las aguas. En las cavernas de la roca, Marta dejó de percibir el grito acongojado que la asustara, y los truenos y ronquidos se habían ido cambiando lentamente en un glu glu suave y lánguido.

Voy á confesarle aún otra cosa, pero con mucho misterio, bajo secreto de confesión. Hay en el fondo de mi desgracia un pensamiento tan consolador, que casi no me atrevo á decírselo de miedo que usted me lo arrebate: es una luz suave que esclarece un poco las tinieblas en que yace mi espíritu acongojado. Usted no ama á su marido. No me arranque usted por Dios esta última ilusión.

El presbítero andaba tan revuelto y acongojado, que apenas si había contestado a lo que le preguntaban. Se había puesto pálido, ojeroso, y cuando alguna vez cantaba cosas de ópera, arrastraba de tal modo las notas, que parecía que se las paseaba a uno por las tripas.

A la puerta del salón le cerraba el paso una cosa tendida en el suelo; alzó el pie; era Perucho, en cueros, acurrucado. No se le oía el llanto: veíase únicamente el brillo de los gruesos lagrimones, y el vaivén del acongojado pecho. Compadecido el capellán, levantó a la criatura. Sus carnes, mojadas aún, estaban amoratadas y yertas. Ven por tu ropa le dijo . Llévala a tu madre para que te vista.

Y de tal manera se había acongojado doña Guiomar, expresando, arrastrada por la fuerza increíble de su pasión, sus atropellados razonamientos, que no pudo decir ni una palabra más, porque la sobrevino una tal congoja, que la enmudeció. Y no sabía Cervantes qué decir, que ella lo sabía todo.

Era el grito de ¡socorro! de un ser en peligro, el ruego acongojado de un cuerpo dolorido; el mandato imperioso de la naturaleza viva que lucha con la muerte desde el comienzo del mundo. ¿Cómo algunos minutos antes desdeñaba a tal punto la vida, cuando ahora renunciaría de buen grado a todos los goces de la tierra por poseerla? No acertaba a comprenderlo.