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Tres días después me paseaba por la vía Fornabuoni, en Florencia, por esa calle de palacios medioevales, bancos y consulados, que durante tantos inviernos me ha sido tan familiar, hasta que preferí las partidas de caza en Inglaterra a los rayos solares del Lung'Arno y el Cascine.

Preferí la primera via, por gozar de los encantos del paisaje, porque ver una comarca en ferrocarril es como tomarse un manjar á grandes bocados: ni se le toma el sabor, ni se mastica y digiere.

De pronto le vi abrir la ventana que daba sobre el precipicio... treinta pies de altura. ¡Se arrojó! Yo también me había arrojado, sin saber lo que hacía, pues mi único deseo era morir con él. Pero, reflexionando, preferí salvarle, y aunque demasiado débil, esta idea redobló mis fuerzas. Le así, le arrastré sin conocimiento, sobre las rocas; le creía muerto.

Yo preferí emplearlo en otra cosa». Al decir esto Isidora se puso muy encarnada. Su lengua estaba torpe. «Se turba usted... No me turbo, no» dijo ella subiéndose de un salto a la cúspide de su orgullo y contemplando desde allí la cólera mezquina de Botín.

En la duda, preferí guardar silencio, hasta que algo más tranquila la Princesa, me dijo: ¿Sabes Rodolfo, que te encuentro hoy algo cambiado? No era extraño, pero la pregunta era algo inquietante. Me pareces continuó más grave y serio, hasta pensativo, y casi estoy por decir también que más delgado. ¿Será posible que , con tu carácter, hayas empezado a tomar la vida en serio?

A las diez de la mañana tomaba yo el sombrero y me iba a pasear por la ciudad. Al principio preferí los arrabales, los callejones sombríos, las márgenes pintorescas del Pedregoso o las plazoletas de la Alameda, vasto cuadro sembrado de fresnos, al pie de la colina del Escobillar; alameda sin flores y sin árboles copados, que por lo apacible y retirada me era gratísima.

Anduve vagando por el Ponte Vecchio y a la luz opaca y mística de la Santissima Anunzziata; por la tarde fui a visitar a varios amigos, y a la noche comí en casa de Doney, pues preferí cenar aquí antes que en la apretada table d'hôte del Saboya, lleno de ingleses y americanos. A las once esperé en el hall del hotel al viejo Carlini, y cuando llegó, le hice subir, lleno de ansiedad, a mi pieza.

Preferí que creyera esto a descubrirle la verdad; le dejé reposando lo que él llamaba su comida, y me volví a mi ronda, de claro en claro, por todos los ventanillos de la casa. Continuaba encalmado el viento y nevaba muy poco; pero Chisco no asomaba por ninguna parte, ni una noticia de las que yo esperaba con un ansia que tocaba en lo febril.

me hubieras abrazado; mi presentación á tus indígenas era inevitable; éstos hubieran hablado de nuestro encuentro y Harvey y sus hijos hubieran sabido que yo me iba á picos pardos, lo que, contando con el pudor anglosajón era para un serio contratiempo... Preferí, pues, suprimir el abrazo... ¿Me guardas rencor? Tragomer se había repuesto y estaba reflexionando.

Quise escribírselo a usted, pero luego, temiendo alguna posible indiscreción preferí callarme... Vino al mundo el niño; era hermoso y fuerte, fue recibido con alegría inmensa y yo le he amado locamente... También Princetot estaba loco por él... Pero cuando comenzó a crecer y su semejanza con usted se me hizo cada vez más visible, un gran temor se apoderó de mi alma.