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No hay allí rostro amenazador ni mirada torva; aquellos hombres pueden haber estado por graves delitos remando en las galeras, acaso sean salteadores de caminos; pero en aquel momento el regalo les ha hecho mansos: están pacíficos, contentos, saboreando la deleitosa embriaguez que en lugar de excitarles a la pendencia o el delito parece que les abstrae, aislándolos del mundo como si en él no hubiera nada digno de preocuparles, ni gloria, ni codicia, ni lascivia, cuyo gusto pueda compararse a la sensación gratísima que les causa el mosto al resbalar por el gaznate.

La brillante claridad de todo el edificio, como de cristal que son sus lienzos, el perfume de las flores que en sus salones crecen, el canto de los abundantes pájaros que allí viven, la rica decoracion que viste todo, el murmullo de las copiosas fuentes que brotan en medio de los salones, la vista de la campiña, que sin obstaculo alguno se ofrece por todas partes, rodeando el edificio, todo este conjunto reunido, me causó una gratísima emocion.

Nunca Felipe había pasado una velada tan feliz y a la vez tan dolorosa como lo fue aquélla para él. Feliz, porque Antoñita no tuvo sino dulzura y amabilidad para su adorador, y dolorosa por la perspectiva de aquel lance a que le arrastraba Amaury. Gracias a que algo se lo hacía olvidar la incesante y gratísima conversación de Antoñita.

La casualidad me le hizo conocer en esa época del año que le es gratísima, de la cual hablé frecuentemente, acaso porque ella resume bastante bien toda existencia moderada que se desenvuelve o se acaba en un cuadro natural de serenidad, de silencio y de recuerdos. «Soy un ejemplo me dijo muchas veces de ciertas afinidades desgraciadas que nunca se logra ver conjuradas por completo.

A las diez de la mañana tomaba yo el sombrero y me iba a pasear por la ciudad. Al principio preferí los arrabales, los callejones sombríos, las márgenes pintorescas del Pedregoso o las plazoletas de la Alameda, vasto cuadro sembrado de fresnos, al pie de la colina del Escobillar; alameda sin flores y sin árboles copados, que por lo apacible y retirada me era gratísima.

Ni la carcajada de Lola, ni la sonrisa burlona de las otras damas consiguieron extinguir la emoción gratísima que el vivo interés de su amada le hizo experimentar. Ramoncito Maldonado se hallaba en el otro coche acompañando a Esperancita, a su madre y a otras damas y damiselas a quienes tenía el decidido propósito de encantar con su plática.

Se limitó á darme la negativa más fría y más rotunda, agregando que si cierto caballero cuidaba de pedirle el velo, se lo entregaría; de lo contrario, no se lo daría á nadie. No tengo la menor idea de quién sea ese mortal afortunado. ¿Y , Roger? ¿Sabes á quién ama? Ni lo sospecho siquiera, contestó Roger; y sin embargo, al decir aquellas palabras se despertó en él una gratísima esperanza.

La estupenda y gratísima nueva corrió por todo Socartes. No se hablaba de otra cosa en los hornos, en los talleres, en las máquinas de lavar, en el plano inclinado, en lo profundo de las excavaciones y en lo alto de los picos, al aire libre y en las entrañas de la tierra.

En las manos sentía el calor de los brazos desnudos que acababa de tocar, ante los ojos creía tener aún el escote tentador, y el olorcillo a hembra le andaba escarabajeando en el olfato, como el dejo de una sensación gratísima.

Veamos ahora como recibió Sevilla la gratísima nueva de la rendición de Málaga, por boca de los señores del Concejo sevillano.