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Yo no me atrevía a reprocharle su coquetería claramente, pero le dije varias veces que comprendía que no tuviera simpatía por , porque yo era más tosco que ella, y ella me contestó que yo le gutaba azí. Le gustaba así para mortificarme. Las tardes del domingo solíamos ir a la Alameda de Apodaca, Dolorcitas y alguna amiga suya; ellas muy elegantes, yo de marinerito.

En el plano de la ciudad que mandó hacer Olavide siendo Asistente de Sevilla, figura ya indicada la Alameda del Arenal, y lo mismo en el que en 1788 se publicó durante el mando de Lerena, pudiendo decirse que por entonces era aquel terreno de los más concurridos de la ciudad.

Tenía por suyo el paseo, la calma de la noche, el puro silencio que le envolvía; la impúdica invasión de libertinos callejeros y mercenarias ambulantes causábale el efecto de un atentado contra su propiedad. Un sentimiento de asco le hizo ponerse en pie; y recogiendo su sombrero, salió de la obscura alameda.

Por sus pasos contados y por contar, dos días después que salieron de la alameda, llegaron don Quijote y Sancho al río Ebro, y el verle fue de gran gusto a don Quijote, porque contempló y miró en él la amenidad de sus riberas, la claridad de sus aguas, el sosiego de su curso y la abundancia de sus líquidos cristales, cuya alegre vista renovó en su memoria mil amorosos pensamientos.

Los padres se lo quieren dar todo a sus hijos, y si ven un caballo hermoso, con la cola que le reluce y el pelo como seda, no piensan en montarse ellos, como señorones, y salir trotando por la alameda, donde van de paseo por la tarde los coches y los jinetes, sino que piensan en sus hijos los padres, y se ponen a trabajar todavía más, para comprarle al hijito el caballo hermoso.

No hay que ser tan escrupulosas dijo doña Manuela . Todos nos conocen, y porque un día nos vean salir a pie no van a imaginarse que nos falta el carruaje. Vamos, niñas, ¡a paseo! Y salieron de casa con el propósito de ir a cualquier parte menos a la Alameda. Pero el paseo las atraía; no sabían adonde ir, y al fin, insensiblemente, sin ponerse de acuerdo, encamináronse allá.

Por mucha recreación que Caleb tuviese con sus locos pensamientos, al entrar por una alameda que sombreaba la senda por donde caminaba, le sacó de su cavilación una voz que de este modo iba cantando: Cada cual busca su igual: tal para cual, tal para cual, fortuna sentada adentro al saber que un necio llega, sin duda vendrá a mi encuentro; que el leño al leño se allega, y todo busca su centro.

De eso ya me he enterado, sin molestarme en ir a la Alameda contestó el primo echando a Rita una miradaza que ella resistió con intrepidez notoria, y pagó sin esquivez alguna. Y en efecto, le fueron enseñadas al marqués de Ulloa multitud de cosas que no le importaban mayormente.

La más extensa de éstas es la de Delicias, que tiene árboles a los dos lados y en el centro, a manera de una espléndida alameda, y atraviesa la ciudad entera, teniendo una extensión de tres millas. Santiago ofrece al viajero mucho de interés. Tiene hermosos parques y plazas.

Aquel horizonte es de una poesía triste y solemne en lo lejano, deliciosa y risueña en los cuadros de verdura y trabajos de arte mas inmediatos. La segunda maravilla del Escorial es la casa del Príncipe, encantadora quinta ó palacio campestre á donde se baja por una grandiosa alameda, entre parques suntuosos, sombríos y ricos en flores y perfumes.