United States or Martinique ? Vote for the TOP Country of the Week !


Rosita se ha distinguido y ha prosperado menos desde que es autónoma; pero tampoco se duerme en las pajas. Sigue con el estanco, y por comprarle tabaco, hasta los que antes no fumaban, ya fuman, y la Tabacalera hace en Villalegre doble o triple negocio. Por comprarle sellos de correo no hay villalegrino que no escriba hoy más cartas de las que solía escribir.

Entre las buenas madres, Dolly Winthrop era aquella cuyos buenos servicios aceptaba Silas de mejor grado porque se los prestaba sin ostentación. Silas le había mostrado la media guinea de Godfrey y le había preguntado cómo podría arreglarse para comprarle ropas a la criatura.

Antes de llegar a la puerta el fisiólogo dejó al niño en la acera solo, después de cerciorarse de que no había nadie observándolos, y adelantándose con premura ordenó a la portera que fuese a comprarle cigarros mientras él se quedaba al cuidado. Salió la mujer al estanquillo, que estaba a la derecha de la casa.

¡Que no lo merezco! No, porque no me amáis. El corazón se rinde al amor, y el amor es tan libre, que todos los tesoros del mundo no bastan para comprarle; ¿cómo he de amaros yo, si desde que os conocí estoy quejosa de vos? ¡Quejosa! ¿Qué habéis querido que no lo hayáis tenido?

Miss Mary se levantó medio dormida, miró el reloj, dijo que era demasiado temprano y pidió a Lita que durmiese un poco más... Lita protestó... hizo abrir los postigos... ¡y ordenó a miss Mary, en el tono más conminativo, que fuese en el mismo momento a comprarle agujas de tejer y lana blanca, celeste y rosada! Miss Mary se negó, probablemente sin comprender bien.

Arrogantes galanes, á fe mía, dijo Simón á Roger, que olvidado de todo contemplaba con embeleso espectáculo tan nuevo para él. Lo que yo pienso, dijo á su vez Tristán, es que si pudiera apoderarme de uno de aquellos alegres jinetes y hacerle pagar rescate, podría también comprarle a mi madre un par de vacas.... No seas cernícalo, Tristán, repuso Simón.

Era hermoso, era joven, me adoraba con sus ojos misteriosos de animal de la selva, y yo, sin embargo, lo encontraba ridículo y me burlaba de él cada vez que balbuceaba en inglés uno de sus cumplimientos orientales... Temblaba de frío, le hacían toser las brumas, movíase como un pájaro bajo la lluvia, agitando sus velos lo mismo que si fuesen alas mojadas... Cuando me hablaba de amor, mirándome con sus ojos húmedos de gacela, me daban ganas de comprarle un gabán y una gorra para que no temblase más.

Sucedió que una norteamericana millonaria y extravagante le ofreció comprarle sus vampiros... Pidió ella un precio disparatado, justo el que le pidieran por un joven y gigantesco mono chimpancé que deseaba domesticar... Y la norteamericana, encaprichada con los vampiros, después de regatear en vano, acabó por pagarle a Catalina el precio que fijara.

Esperaba que su afecto a Juan llenaría quizás el hueco atroz que había dejado en él la muerte del otro; era preciso reparar beneficiando al hermano que quedaba, el mal que había hecho al que ya no existía. Juan era entonces un lindo muchachito de cinco años, sabía ponerse ya los calzones, e iban a comprarle en la próxima feria el primer par de zapatos.

«¡Cuidado que es desgracia! repitió la señora de Santa Cruz dando un gran suspiro , ¡las tiendas cerradas hoy!... Porque es preciso comprarle ropita, mucha ropita... Hay en casa de Sobrino unas medidas de colores y unos trajecitos de punto que son una preciosidad... Ángel, ven, ven con tu abuelita... ¡Ah!, ya conoce el muy pillo lo que has hecho por él, y no quiere estar con nadie más que contigo».