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De lo alto de ellos, algunos marineros nos miraban con curiosidad, y se decían, sonriendo, frases que no llegaban a nuestros oídos. Detrás dejábamos el gran puente de Triana, cuyos ojos se iban achicando lentamente. Pronto salimos del atracadero de los barcos y llegamos al recodo que guarnecen los naranjos del jardín de las Delicias. El río hace una gran ese, revolviendo hacia Triana.

Cuando estaba yo en todo mi vigor, no pensaba en las delicias domésticas; mas ahora, que estoy tan próximo a la vejez, si ya no estoy en ella, como no me he de hacer cenobita, me complazco en esperar que haré el papel de patriarca. Y no entiendas que voy a limitarme a esperar que cuaje el naciente noviazgo, sino que he de trabajar para que cuaje.

A Dios se vuelve para que le reposo, y anhela beber en el torrente de sus delicias, cuyo ímpetu alegra el Paraíso, y cuyas ondas claras ponen más blanco que la nieve; pero un abismo llama a otro abismo, y mis pies se han clavado en el cieno que está en el fondo. Sin embargo, aún me quedan voz y aliento para clamar con el Salmista: ¡Levántate, gloria mía!

Lo habían hecho para las gentes como ellos: era un lugar de delicias, comparado con esta habitación desmantelada, en cuyos rincones creía ver encogidos los espectros del hambre y el dolor... En él habían muerto sus padres. Pasó aquella noche sin acostarse, velando a Feli, que había recobrado sus facultades, pero apenas podía hablar.

Los días para la Regenta se deslizaban suavemente. El Magistral, su maestro, y don Víctor, su discípulo, eran los compañeros de su vida al parecer sosa, monótona, pero por dentro llena de emociones. Seguía encontrando en la oración mental delicias inefables.

Sus amores con dos grandes señoras cuyos maridos habían sido llamados á las armas aunque no estaban en el frente le hicieron pasar unos meses en Biarritz, en la Costa Azul y en Aix-les-Bains. Turbó su apoderado estas delicias. Siempre repetía el mismo consejo: «Hay que venderLa fortuna del príncipe era ya un barco viejo y sin rumbo.

De pronto empezó á arder el pueblo por los cuatro costados; los heroicos defensores, abrumados por el número tuvieron que retirarse; cesó la resistencia, y entonces, ¡oh, entonces! aquella masa de ochocientos foragidos que capitaneaba Ivonet en persona, entregose á las delicias del triunfo! La escena que se desarrolló en La Maya no es para descripta.

Unico resto de una familia antiquísima del país, y poco aficionado a las delicias matrimoniales, había dejado pasar los mejores años de su vida entre los placeres de la caza y las atenciones de su hacienda, que le daba lo necesario para vivir hecho un señor en aquellas soledades.

»El desairado llora en silencio su desaire, y el victorioso mozalbete goza sin reparo de las incomparables delicias que puede ofrecer aquel tesoro de hermosura.

Siente el alma, dolorida por fiebre que la consume, sutil y vago perfume, que al descanso la convida; y al quedar adormecida por el agua saltadora, que susurra arrulladora, dejos de ardientes caricias, sueña con locas delicias de las que alegran la vida.