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Actualizado: 18 de noviembre de 2025


Diome el Señor, para compensarme de la ceguera, una memoria feliz, y gracias a ella he sacado algún provecho de las lecturas; pues aunque éstas han sido sin método, yo al fin y al cabo he logrado poner algún orden en las ideas que iban entrando en mi entendimiento. ¡Qué delicias tan grandes las mías al entender el orden admirable del Universo, el concertado rodar de los astros, el giro de los átomos pequeñitos, y después las leyes, más admirable aún, que gobiernan nuestra alma!

Descendemos por la carrera de San Jerónimo; luego avanzamos a lo largo del paseo de las Delicias, entre el ramaje seco del arbolado; cruzamos frente a la ronda de Valencia; bajamos por una vía ancha, solitaria, pendiente.

Cuanto más desgraciada hayas sido, más delicias hallaré para colmar tu porvenir de una dicha sin vicisitudes. ¡Ilegítima! ¿es que el amor, la constancia, la gloria, los mismos deseos de tu abuelo, no te han legitimado ya?

Y no obstante, esos oasis mortíferos, gracias á sus aguas cristalinas y al contraste que ofrecen con las soledades áridas, hacen surgir en el hombre la idea de un lugar de delicias y han llegado á ser el símbolo mismo de la felicidad.

Cornelia, la más pura de las hijas de la tierra, te espera mientras tanto entre los justos, y, con una alegría inefable se prepara a iniciarte en las delicias del cielo... Pero el que ha destruido la imagen de Dios no vivirá ya más; ha sembrado la muerte y recogerá la nada.

Era un tren el suyo de escasos viajeros: un simple coche-dormitorio que por la línea de cintura iba a unirse con el expreso de Portugal en la estación de las Delicias. Cerca de la entrada vio algunos mozos que venían hacia él para apoderarse de sus maletas, y un coche de alquiler inmóvil, con el cochero soñoliento y el caballo husmeando el suelo.

Aquellos dos meses de residencia con Magdalena en nuestra solitaria casa, en pleno campo, a orillas de nuestro mar, tan bello en semejante estación, fue una causa de constantes delicias, mezcladas con tormentos que me purificaban.

San Brandán, abad escocés del siglo VI, que llegó a dirigir tres mil monjes, se embarcaba con su discípulo San Maclovio para explorar el Océano en busca de unas islas que poseían las delicias del Paraíso y estaban habitadas por infieles.

13 Si retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso [día] del SE

Consentí, pues, en guardar para solo la felicidad que me tenía y me tiene aún deslumbrado, y hasta he concebido por ello cierto nuevo grado de consideración para mismo. Hay, además, dulces e incomparables delicias en el misterio de este amor velado a las miradas profanas y que es para nosotros un cielo de goces. Aquí tienes, amigo mío, toda mi novela, perfectamente legítima y honrosa.

Palabra del Dia

vengado

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