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Revolviendo aquella pila de papeles viejos, y huroneando entre ellos; desdoblando alguno que otro documento, y leyendo los nombres de los buques que luengos años ha desaparecieron en el fondo del océano, ó se pudrieron en los muelles, así como los de los comerciantes que ya no se mencionan en la Bolsa, ni aún apenas pueden descifrarse en las dilapidadas losas de sus tumbas; contemplando esos papeles con aquella especie de semi-interés melancólico que inspiran las cosas que no sirven ya para nada, me vino á las manos un paquete pequeño cuidadosamente envuelto en un pedazo de antiguo pergamino amarillo.

Total: que salió Juan Pablo de la casa renegando de su estrella, de su tía y de todo el género humano, revolviendo en su mente propósitos de venganza con proyectos de suicidio, pues estaba el infeliz como el náufrago que patalea en medio de las olas, y ya no podía más, ya no podía más. Se ahogaba. iv

Pero doña Cristina dudaba ya de todo desde que dos días antes de que regresase el millonario, había encontrado revolviendo los papeles de su mesa, una carta de color gris, perfumada de ámbar y con la firma de una mujer, una tal Judith, que debía ser una pagana, una pecadora, á juzgar por su nombre y su manera de escribir.

La sultana que imponía leyes al adormecido Océano en la caña de su timón, era la humilde esclava del potente monstruo de los mares, que despertaba de su letárgico sueño revolviendo en sus convulsiones inmensas montañas de hirviente espuma, atronando el espacio con sus potentes mugidos. ¡El día cuatro no tuvo crepúsculo! El paso de la claridad del día á las tinieblas de la noche fué momentáneo.

Siguiendo un corredor, camino de la cocina, dejó a un lado la capilla, que estaba cerrada muchos años, y al otro la puerta del archivo, vasta pieza cuyas ventanas daban sobre el jardín, y en la que había pasado Jaime, de vuelta de sus viajes, muchas tardes, revolviendo legajos guardados tras el enrejado de alambre de vetustas estanterías.

Lo mejor es añadió Sagrario revolviendo un huracán con su abanico , no tenerle pizca de miedo, aunque ponga en las nubes sus rugidos y te saquen tiras de pellejo sus zarpadas. Así hay lucha, y el triunfo resulta más sabroso. ¿Qué creerás que es lo más malo de esta bestia de mil caras? Las mujeres, ¡pásmate! Ahí están los rencores, las envidias y el veneno.

Parecía registrar la casa; se asomaba a las fétidas alcobas, daba vueltas sobre un tacón, palpaba las paredes, miraba debajo de las sillas, revolviendo los ojos con fiereza y haciendo unos aspavientos que harían reír grandemente si la compasión no lo impidiera. La vecindad, que se divertía mucho con el dengue del buen ido, empezó a congregarse en el corredor.

Aprendía rápidamente sus lecciones; acompañaba al piano el violoncello del papá, y así se pasaban los días toca que toca, revolviendo todo el inmenso montón de solfas que guardaban en el granero, junto con los libros malditos. Además, la pequeña mostraba cada día una voz más hermosa y sonora. «Será una artista, una gran artista», decía el padre entusiasmado.

Tal negativa puso nuevamente ante los ojos de la dama la ideal perspectiva de un viaje a aquel famoso sitio de recreo. «Arcachón». ¡Con qué música deliciosa sonaría en las visitas de otoño esta frase que, de puro aristocrática, tenía algo del crujir de la seda: «Hemos estado en Arcachón». Bastaba esta chispa para hacer estallar otra vez la tormenta en aquel ahuecado cerebro, mientras el de Bringas hervía en consideraciones económicas: «¡Pasar una temporadita en Francia sin gastar un real!...». Los dos esposos estuvieron durante largo rato contemplando y revolviendo sus propias ideas, sin comunicárselas ni cambiar una palabra.

Entonces se convierte el lago en alud terrible; mezclada el agua con piedras, témpanos y todos los restos arrancados á la orilla, se precipita rabiosamente en el valle inferior; arranca los puentes, destruye los molinos, arrasa las habitaciones, desarraiga los árboles de las pendientes bajas, y revolviendo hasta las praderas, como lo haría la reja de un arado inmenso, las arrolla al pasar y las confunde con el caos de tal diluvio.