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Ignórase la causa que ha motivado el lance, aunque se susurra entre los que se suponen mejor enterados, que el origen inmediato del duelo, fue una conocidísima y bella poetisa, cuyas producciones han honrado a menudo las columnas de nuestra publicaciónLa actitud pasiva adoptada por Galba en estas circunstancias de prueba, se apreciaba con todo su valor en los campamentos.

¡Dios nos tenga en su mano! exclamé yo . Y ahora se susurra que nos van a dar lo que llaman <i>libertad de la imprenta</i>, que consiste en permitir a cada uno escribir todas las maldades que quiera. Y luego hablan de vencer al francés. Los excesos de nuestros políticos dijo Ostolaza excederán con mucho a los de la revolución francesa. Acuérdese usted de lo que le digo.

Siente el alma, dolorida por fiebre que la consume, sutil y vago perfume, que al descanso la convida; y al quedar adormecida por el agua saltadora, que susurra arrulladora, dejos de ardientes caricias, sueña con locas delicias de las que alegran la vida.

Tuvieron su club secreto los facciosos y los padres, y decidiéronse por dejar pasar a los viajeros: no dice la historia por qué; pero se susurra que hubo quien dijo que, si bien ellos no reconocían a Luis Felipe, ni le reconocerían jamás, podría ocurrir que quisiera Luis Felipe venir a reconocerlos a ellos, y por quitarse de encima la molestia de esta visita, dijeron que pasasen, mas no con sus pasaportes, que eran nulos evidentemente por las razones dichas.

Mañana le da un disgusto la política á un hombre como usted; pues se mete en su casa muy tranquilo, diciendo: ¡Ahí queda eso!... Además, no es fácil comprender hasta qué punto facilita el camino de los altos puestos la circunstancia de gozar una buena renta el que los solicita... Créame que, averiguado que un hombre es rico, los obstáculos desaparecen de su vista como por encanto... Pero así que se susurra que es pobre, todo el mundo corre á ponerle el pie delante para que caiga de narices.

Y, libre como el águila del cielo, Podré cruzar los mares, cual me ordenas. Dame, ¡oh! musa, tu voz, dame tu acento para cantar al héroe sin segundo, cuyo nombre feliz susurra el viento de la apartada Iberia al Nuevo Mundo... De tu gloria en el piélago infinito se pierde el alma mía; y aunque mis alas débiles agito por abarcar tu colosal recuerdo, cuanto más lo investigo, más me pierdo.

Como ustedes ven, señores, la cosa iba poniéndose seria. Y, de pronto, siento que mi corazón se ensancha... Es necesario que hable; , es necesario que hable. Me pongo a golpear la copa como un poseído. ¡Por el amor de Dios, cállate! me susurra mi novia... quiero decir, mi mujer. Pero, aunque la cosa tuviera que costarme la vida, tengo que hablar.

¡Mírala! ¡mírala! exclama de repente agitando su sombrero. Ese brillante carruaje tirado por dos caballos es la carroza de gala de los Felshammer, que Martín se hizo fabricar expresamente para sus bodas. En el fondo de él, la figura blanca que se apoya en uno de los lados con indolencia, mirando a su alrededor con seriedad, es ella, «la mujer del rico Felshammer», como se susurra al verla pasar.

La fuente es redonda; tiene en el centro del pilón una columna que sostiene una taza; de la taza chorrea por cuatro caños perennemente el agua. La iglesia es de piedra blanca; la flanquean dos torres achatadas; se asciende a ella por dos espaciosas y divergentes escaleras. Es una bella fuente que susurra armoniosa; es una bella iglesia que se destaca serena en el azul diáfano.

Es una reina altiva, mientras que la señorita de Lavalle es una deliciosa princesita de cuentos de hadas. Princesa, esa es la palabra; se ve en toda ella la raza, y lo que chocaría en otras, en ella es encantador. Se susurra que es cosa decidida el matrimonio de su prima con el señor de Couprat. Así he oído decir.