United States or New Zealand ? Vote for the TOP Country of the Week !


Oyóle decir esto el estudiante poeta, hijo de don Diego, que con su madre había salido a recebirle, y madre y hijo quedaron suspensos de ver la estraña figura de don Quijote; el cual, apeándose de Rocinante, fue con mucha cortesía a pedirle las manos para besárselas, y don Diego dijo: -Recebid, señora, con vuestro sólito agrado al señor don Quijote de la Mancha, que es el que tenéis delante, andante caballero y el más valiente y el más discreto que tiene el mundo.

Fuéronse todos tras él con las lágrimas en los ojos, y cogiéndole las manos no acababan de besárselas, y fué esto de suerte que movieron á compasión al cacique, á cuyos ruegos se partía tan presto; procuró el Padre consolarlos dándoles esperanzas de que cuanto antes pudiese volvería á visitarlos, y que si no fuese él, sería á lo menos otro de sus compañeros.

Yo, entonces, a lo que creo, rojo el rostro con las alabanzas, o ya aduladoras o demasiadas, que de oía, no supe más que hincarme de rodillas ante Cratilo, pidiéndole las manos, que no me las dió para besárselas, sino para levantarme del suelo.

Hallábase tan acongojado, que la frase se le retortijó en la garganta, y juzgando que más que las palabras serían elocuentes las actitudes, se hincó delante de su ahijada, y le tomó las manos para besárselas, y luego que pasó un rato en estas mímicas, conmovidos ella y él, pudo articular Relimpio estas palabras: «Niña mía, no des ese paso, detente...

Llegó por fin el tal pajecillo junto a él, y, apeándose de la cabalgadura, encogido y lloroso, demandole una y otra mano para besárselas. Era Casilda, con ropas de lacayo; pero sus pestañas, su guedeja y todas sus facciones estaban tan cubiertas de polvo, que Ramiro tardó en reconocerla.

Y, diciendo esto, dio dos zapatetas en el aire, con muestras de grandísimo contento, y luego fue a tomar las riendas de la mula de Dorotea, y, haciéndola detener, se hincó de rodillas ante ella, suplicándole le diese las manos para besárselas, en señal que la recibía por su reina y señora. ¿Quién no había de reír de los circustantes, viendo la locura del amo y la simplicidad del criado?

Con el humazo, la borracha gruñía más, y carraspeaba, y tosía, como queriendo dar acuerdo de . El ciego no le hacía más caso que a un perro, atento sólo a sus rezos en lengua que no sabemos si era arábiga o hebrea, tapándose un ojo con cada mano, y bajándolas después sobre la boca para besárselas.