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¡Impostora... bruja! grita al oír estas palabras, descompuesta y febril, la mujer del Tuerto. ¿Yo borracha? ¿Cuántas veces me ha levantado usté del suelo, desolladora? Y aunque fuera verdá, á mi costa lo sería: á denguno le importa lo que yo hago en mi casa. Mi casta es mejor que la de usté, por todos cuatro costaos. Y yo en mi casa me estaba.

Estás tan orgulloso de que te llamen sabio, que no miras a las gentes, ni tienes pizca de talento para adivinar lo que piensan los que te rodean. Maltrana la oía con extrañeza. Pero ¿qué tonterías dices, niña? ¿Es que estás borracha? Todas las máscaras se habían alejado hacia la cañada, donde sonaban los gritos de juguetonas persecuciones.

Mira: cuando un hombre llega a tener una suerte borracha, antes se cansa la suerte que uno. No hay cosa más extraña que la suerte. Todo lo que se sabe de ella es que forzosamente debe cambiar. Y el descubrir cuándo va a cambiar, es lo que te forma. Ahora, por ejemplo, desde que salimos de Poker-Flat hemos dado con una vena de mala suerte. Llegan ustedes y les pillo también de lleno.

«Ya estar aquí la Pedra borracha. ¡Ah! ¡qué cosas! Es esa que te ayuda a pagar el cuarto... Borrachona, sinvergüenzonaza... Pero no perdamos tiempo, hijo; dame el traje, que yo lo llevaré... y con la ayuda de Dios, sacaré siquiera dos ochenta. Ve pensando en buscarme lo que falta.

En el Brasil se emplea la palabra borracha, que se refiere particularmente al producto del hevea, el árbol del caucho por excelencia, que es originario de la región del río Amazonas y de las regiones colindantes del Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela.

Aquel rey de bastos, con hopalanda azul ribeteada de colorado, los pies simétricamente dispuestos, la gran maza verde al hombro, se le figuraría bastante temible si supiese que representaba un hombre moreno casado don Pedro . La sota del mismo palo se le antojaría menos fea si comprendiese que era símbolo de una señorita morena también Nucha . A la de copas le daría un puntapié por insolente y borracha, atendido que personificaba a Sabel, una moza rubia y soltera.

no habrás estado nunca borracha, ya me lo figuro; pero alguna vez, el día del santo de tu tía, o de una amiga, habrás bebido una copita de licor que se te haya subido a la cabeza... No se pierden la voluntad ni el sentido, pero se exalta la imaginación, todo lo demás flaquea y desmaya; parece que los ojos no ven sino lo que quieren ver, lo que da gusto al alma, y se queda uno soñando despierto, perdido de ideas... ¡Se me ocurren unas cosas!...

Y tan borracha como los otros, apoyando su cabeza rubia en una mano, la Marquesita le contemplaba con los ojos entornados; unos ojos azules, cándidos, que parecían no manchados jamás por la nube de un pensamiento impuro.

Vete con esas lágrimas á onde no te conozcan; que yo ya de qué pie cojeas. ¡Hipocritona, borracha!... ¡Á ver si te levantas de ese rincón y barres la casa y das de comer á esos muchachos! ¿Qué he de darles, si no lo tengo? Bebe menos, y verás como lo encuentras. Tras estas palabras y una mirada muy significativa, pero que nada tenía de dulce, salió de la sala el Alcalde.

Con el humazo, la borracha gruñía más, y carraspeaba, y tosía, como queriendo dar acuerdo de . El ciego no le hacía más caso que a un perro, atento sólo a sus rezos en lengua que no sabemos si era arábiga o hebrea, tapándose un ojo con cada mano, y bajándolas después sobre la boca para besárselas.