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Llevaba el Rey una tiara no menos estupenda, ajorcas y brazaletes, y por zarcillos dos redondas perlas, del tamaño cada una de un huevo de perdiz. Su cabellera le caía en bucles perfumados sobre la espalda, y la barba formaba menudísimos rizos, artística y simétricamente ordenados. Su vestido y su persona despedían delicada fragancia.

No era la primera vez que se resolvían así los más hermosos pensamientos, que se defraudaban las esperanzas con grandes palabras y pequeñas acciones: antes de don Custodio, hubo otros muchos, ¡muchísimos! En medio de la sala y bajo los faroles rojos, se veían cuatro mesas redondas, dispuestas simétricamente formando un cuadrado; servían de asiento banquillos de madera igualmente redondos.

En la boca dorada de los bolsillos asomaban las puntas de dos pañuelos de seda, rojos como la corbata y la faja. La montera. Garabato sacó con gran cuidado de una caja ovalada la montera de lidia, negra y rizosa, con sus dos borlas pendientes a modo de orejas de pasamanería. Gallardo se cubrió con ella, cuidando de que la moña quedase al descubierto, pendiendo simétricamente sobre la espalda.

Los barquillos, dorados y tibios, caían en el regazo de la muchacha, que los iba introduciendo unos en otros a guisa de tubos de catalejo, y colocándolos simétricamente en el fondo del cañuto; labor que se ejecutaba en silencio, sin que se oyese más rumor que el crujir de la leña, el rítmico chirrido de las tenazas al abrir y cerrar sus fauces de hierro, el seco choque de los crocantes barquillos al tropezarse, y el silbo del amohado al evaporar su humedad sobre la ardiente placa.

El altar mayor, en que ardía un bosque de velas simétricamente colocadas en sus gradillas, semejaba pirámide de llamas temblorosas, y el talco de los floreros de mano brillaba como plata puesta al sol.

Viose entonces salir de las vaguedades del crepúsculo la mesa, la larga mesa de sesenta cubiertos, con sus brillantes objetos de plata, sus ramos de flores simétricamente colocados, sus altos ramilletes de dulce, sus temblorosas gelatinas, donde la luz rielaba como en un lago. El presidente del Círculo tendió en derredor una mirada de orgullo. En verdad que el aspecto del banquete era majestuoso.

Este arte sube de punto cuando, como sucede algunas veces, los dos monólogos forman una glosa con su enlace, cuyo tema se divide entre los dos interlocutores, y después las paráfrasis del texto, alternando simétricamente con las palabras intercaladas de nuevo de la letra, son recitadas por uno y otro . Ocasión es ésta también de indicar la manera particular con que Calderón emplea comunmente la música, haciendo que el canto que se oye detrás de la escena contesta al interlocutor ó continúa su discurso, cuando el último no declara cuáles son sus secretos pensamientos . Si se encuentra en los ejemplos, aducidos hasta ahora de exagerada dicción poética, algo convencional y propio de ópera que daña á la libertad de movimiento de la poesía, hay que aplicar esta observación con algunas creces á ciertos pasajes declamatorios de carácter esencialmente retórico, notándose su amaneramiento bajo todos sus numerosos y varios matices; puede servir de ejemplo un paso de Amor, honor y poder, en que se recita un romance largo, cuyo cuarto verso forma siempre un climax ó gradación, acumulando cuatro sustantivos, y al terminar este climax sube de punto de tal modo que junta, no sólo el verso cuarto, sino casi todos los demás .

Penetrando por aquella puerta, se veía la razón del letrero en un mostrador sobrecargado de cacharros menudos; en una gran aceitera con canilla, y algunas botellas blancas, llenas de aguardiente de otras tantas denominaciones; en una estantería espaciosa, ocupada con paquetes de cigarros y de cajas de cerillas, libritos de fumar, grandes pedazos de bacalao, tortas de pan, madejas de hilo, garbanzos y otros artículos, tan varios en su naturaleza como reducidos en cantidad; en algunas mesas simétricamente colocadas fuera del mostrador; en tal cual barrica o hinchado pellejo que se vislumbraban entre la obscuridad del fondo..., y en otros mil detalles propios de semejantes establecimientos, los cuales conoce el discreto lector tan bien como yo.

Al recorrer sus laberintos de arrayanes simétricamente recortados, sus tupidos bosquecillos de naranjos y granados, sus vastas aglomeraciones de arbustos y plantas en flor, tan brillantes como artísticas en unos sitios, tan graciosamente desiguales en otros, y al penetrar en todos los santuarios de verdura que pueblan el recinto, se cree uno como trasportado á los edenes orientales.

Todas las partes de este conjunto habían de estar en estrecho enlace con la acción principal, y encontrarse todas simétricamente dispuestas entre con referencia al todo, desterrando la costumbre de ofrecer escenas interesantes sólo en , y sin consideración al argumento de la obra dramática, que se desarrollaba, y de cuya licencia abusaron Lope de Vega, y con más frecuencia el maestro Tirso de Molina.