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Estando en esta turbacion tuvieron aviso cierto de la muerte de Roger, y de la universal matanza de los Catalanes y Aragoneses en Andrinopoli, y juntamente de la que en la comarca de Galípoli se ejecutaba por órden de Miguel.

La vida del campo, en sus formas genuinamente camperas, había contribuido a culminar un proceso de decaimiento moral que se había iniciado sutilmente en Melchor, con alguna antelación a su viaje a la estancia; pero que no había pasado inadvertido para el espíritu de su madre cuando le decía: «tienes deberes a que «antes» no habrías faltado», y la libertad absoluta de que gozaba en la estancia; las influencias circundantes, en el estímulo de los ejemplos que le rodeaban; la avidez de energías físicas, equiparables a la del peón o del toro y que se adueñó de su espíritu en cuanto lo encontró desprevenido o débil; la distancia interpuesta entre sus jueces y sus actos; las mismas resistencias subalternas con que solía chocar, todo propendía a acelerar la caída y más de una vez mientras Ricardo ejecutaba en el piano una sonata de Beethoven, Melchor en la caballeriza, punteaba una milonga en la guitarra mugrienta de algún peón.

Este canto infernal salía de la tienda cuya descripción hemos presentado en el capítulo anterior, y quien lo ejecutaba era el poseedor de aquel establecimiento, el insigne Ramón Pérez. Entonaba las palabras Triste Chactas, etc., con una expresión, con un entusiasmo que le conmovían a él mismo hasta llenarle los ojos de lágrimas.

No cantaba, pues, casi nunca, pero solía tararear suavemente cuando ejecutaba alguna labor, como ahora. De vez en cuando se paraba a tomar aliento, apoyándose un instante en la escoba, y después de echar hacia atrás algunos rizos que le caían por la frente, seguía su tarea. Ricardo apareció de nuevo en la puerta. ¿Martita, estás enfadada aún?

A veces, los profesores alternaban con ellos en estos juegos y llegaban a interesarse y a herirse en el amor propio; el capellán, principalmente, ya sabemos que se jactaba de sobresalir en toda clase de ejercicios corporales, y creía poseer las fuerzas de Sansón; así que le pinchaban un poco, se despojaba de los manteos y la sotana y se ponía a dar brincos como un zagal, cogía a los bueyes de las carretas por los cuernos, sacudía los árboles, enseñaba los brazos, levantaba los chicos a pulso y ejecutaba otras prodigiosas hazañas que recordaban las celebradas de Orlando furioso.

Después de esto, Blanca me daba una lección de baile, mientras él ejecutaba con brío un vals propio. Otras veces el profesor era él; mi prima iba al piano, y el comandante y mi tío nos contemplaban con complacencia, mientras yo giraba en brazos del señor de Couprat, en medio de una alegría indecible. ¡Qué lindos días! No hacíamos un proyecto en que él no estuviera incluido.

¿Y quién ha sido el necio que ha dado esa orden? Usted, capitán. ¡Yo! Usted, capitán, al volver a bordo, hace dos horas, tan cierto como ese quechemarín cubre su trinquete dijo Zeli con una conmoción profunda, mostrando por la ventana una embarcación que en efecto ejecutaba esta maniobra.

Mientras ejecutaba esta para él repugnante operacion con ánimo de castigar la desobediencia, á fin de mantener el órden y disciplina, sin las cuales era imposible marchar adelante en el camino de la emancipacion proclamada, el general español Don Pablo Morillo fondeaba en Puerto Santo, á 5 de Abril de 1815, al mando de una expedicion que, incluso la fuerza de marina, constaba de 15.000 hombres auxiliados por 18 piezas de artilleria, un regimiento de dragones, otro de húsares y algunas compañias de zapadores.

Mientras alguna rubia inglesa ejecutaba en el piano trozos de música clásica, y las francesas asían de los cabellos la ocasión de lucir primorosas labores de cañamazo, dando en ellas tres puntos por hora, las españolas, más francas, aceptaban la holgazanería completa, dedicándose a hablar y a manejar el abanico.

Quedose, pues, sentada, paseando su mirada indiferente de una a otra parte de la sala, deteniéndola ahora en un grupo, ahora en otro de circunstantes y fijándola más particularmente en el pianista que ejecutaba a la sazón la sinfonía de Semíramis. Pocas veces había presentado el salón de los señores de Elorza aspecto tan brillante.