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No he visto jamas una catedral de formas tan múltiples, divergentes é irregulares como la de Aquisgram, en cuyo conjunto contrastan y se chocan los mas diferentes estilos, desde el romano y bizantino hasta el rococó del tiempo de Luis XV, ostentándose tambien, como se ve en la nave principal y las dos capillas mas antiguas, todos los primores del arte gótico, tal como fué en el siglo XV, sobrecargado de admirables relieves y esculturas.

Era una ciudad muy distinta de su ciudad natal. Avila, a más de ser tan reducida, era neta y comprensible. En cambio, nada más fácil que extraviarse en el toledano arabesco de callejuelas. Aquí el cielo se veía casi siempre como desde el fondo de un foso y su añil sobrecargado se recortaba estrechamente entre el doble cobertizo negruzco de los aleros.

La sencillez y naturalidad del lenguaje y la precisión y concisión del estilo de Goethe, donde nada huelga, donde no hay redundancia, ni vana pompa, ni falso y sobrecargado lirismo, dan a cuanto dice Margarita seductor encanto.

Es, en particular, muy extraño que, á la vez que Rojas, como hemos dicho, emplea en ocasiones ese lenguaje metafórico y sobrecargado de adornos, posee el don de emplear un estilo natural hasta el extremo, de tal manera, que pocos poetas españoles pueden comparársele bajo este aspecto, y que al mismo tiempo que poseía una imaginación exuberante, que le hacía incluir en sus comedias verdaderos engendros y falsos elementos dramáticos, podía y sabía dominarse y contenerse en este terreno en virtud de su poderosa inteligencia.

Penetrando por aquella puerta, se veía la razón del letrero en un mostrador sobrecargado de cacharros menudos; en una gran aceitera con canilla, y algunas botellas blancas, llenas de aguardiente de otras tantas denominaciones; en una estantería espaciosa, ocupada con paquetes de cigarros y de cajas de cerillas, libritos de fumar, grandes pedazos de bacalao, tortas de pan, madejas de hilo, garbanzos y otros artículos, tan varios en su naturaleza como reducidos en cantidad; en algunas mesas simétricamente colocadas fuera del mostrador; en tal cual barrica o hinchado pellejo que se vislumbraban entre la obscuridad del fondo..., y en otros mil detalles propios de semejantes establecimientos, los cuales conoce el discreto lector tan bien como yo.

Don Cándido Buenafé es un excelente sujeto, de éstos de quienes solemos decir con envidiable conmiseración: «Es un infeliz». Empleado desde pequeño en un ramo de no mucha importancia, es todo lo más si sabe leer la Gaceta, y redactar, con mala sintaxis y peor ortografía, algún oficio sobrecargado de fórmulas y traslados, o hacer un extracto largo de algún expediente corto; pero en medio de su escasa ciencia, es bastante modesto para desear que su hijo Tomasito sepa más que él, para lo cual no le es necesario felizmente extraordinarios esfuerzos ni sacrificios.

El mismo estilo gótico de estos tiempos se muestra en visible decadencia, comparado con el sistema imponente, augusto, sacerdotal y solemne de la época de S. Luis y S. Fernando, y hasta la gala y riqueza de que aparece sobrecargado es seguro indicio de que el antes sencillo y grave hijo del claustro se ha vuelto jactancioso y presumido en el roce de la corte.

Su traje realizaba el difícil prodigio, no a todas concedido, de unir la riqueza a la modestia, pues todo en ella era selecto, nada chillón, sobrecargado ni llamativo. Llevaba en su cara y en sus maneras la más clara ejecutoria que se pudiera imaginar, y por dondequiera que iba hacía sombra de blasones.