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Un tiempo fueron pantanos todo aquel hermoso jardín, hasta que los potentes diques, colocados por Napoleón III para evitar la inundación que seguía a cada crecida del Allier, y el saneamiento del terreno, lo habían transformado en un lugar paradisíaco.

Agrupadas las Facultades, colocados de canto los libros en armarios, que rodeaban la cuadra, corría á dos varas de distancia, y por delante de aquellos, una verja con travesaños horizontales, que permitia, solamente, al lector, pasar las hojas del volumen en que estudiaba, colocado sobre un atril, entre el estante y la dicha verja, precauciones todas encaminadas á ponerlo á cubierto de la codicia, por ser cosa probada «que es imposible guardar los libros aunque estén atados con cien cadenas» .

Los últimos servían de defensa y adorno para cubrir las bordas, y de ellos viene el nombre de pavesada que conserva el vocabulario naval, aplicándolo ahora á la cubierta de los cois, igualmente colocados por parapeto defensivo.

-Por ventura, señor caballero -preguntó el del Bosque a don Quijote-, ¿sois enamorado? -Por desventura lo soy -respondió don Quijote-; aunque los daños que nacen de los bien colocados pensamientos, antes se deben tener por gracias que por desdichas. -Así es la verdad -replicó el del Bosque-, si no nos turbasen la razón y el entendimiento los desdenes, que, siendo muchos, parecen venganzas.

Viose entonces salir de las vaguedades del crepúsculo la mesa, la larga mesa de sesenta cubiertos, con sus brillantes objetos de plata, sus ramos de flores simétricamente colocados, sus altos ramilletes de dulce, sus temblorosas gelatinas, donde la luz rielaba como en un lago. El presidente del Círculo tendió en derredor una mirada de orgullo. En verdad que el aspecto del banquete era majestuoso.

La devoción de los fieles había adornado el cuadro con indiferentes objetos de hojuela de plata, colocados de tal modo que parecían formar parte de la pintura: eran estos una corona de espinas sobre la cabeza del Señor; una diadema de rayos sobre la de la Virgen, y remates en las extremidades de la cruz.

A los extremos de este corredor hay dos pedestales de jaspe veteados de encarnado de poco más de vara de alto y media de circunferencia sobre los cuales parecen estaban colocados dos niños en figuras de aguadores de jaspe negro veteado de menos de vara de alto con sus cántaros sobre el hombro y hoy se hallan fuera de su sitio quebrados en muchas partes incapaces de poder servir.

En unas partes los clavan en las puertas y en las paredes; en otras, los queman vivos y hacen con ellos mil atrocidades. ¿Es verdad que son ciegos, tío? No; pero se cree que los ojos les sirven de muy poco o de nada. Se ha probado a inutilizárselos y se les ha visto volar con la misma seguridad que antes y sin tropezar en delgados hilos colocados ante ellos.

Dorotea dijo al fin don Juan , ¿queréis que hablemos seriamente? ¿Pues qué, don Juan, creéis que yo me chanceo? Quiero decir, que hablemos sin locuras; con arreglo á la situación en que estamos colocados. Hablemos. ¿No hay un medio de unirnos? Ninguno. ¿Ni aun de que vivamos como dos hermanos?

Allí aparecían, colocados en buen orden, los reyes magos y algunos pastores y zagalas de un antiguo nacimiento, un ángel, dos muñecas vestidas con mucho aseo, y varias cajitas y otros juguetillos que daban testimonio de lo cuidadosa y guardadora que era su hermoso dueño.