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Dentro de la tienda un mostrador de cinc, toneles y botellas, mesas redondas con taburetes de madera, y en los muros numerosas estampas de colores representando toreros célebres y los lances más salientes de la lidia. Tomaremos unos «chatos» de Montilla dijo el Pescadero llamando a un joven que estaba tras el mostrador y sonreía al ver a Gallardo.

Entonces... el marqués de Moraima, que estaba en un palco, se vio, sin saber cómo, detrás de la barrera, entre los mozos, que corrían con la agitación de la accidentada lidia, y cerca del maestro, que preparaba su muleta con cierta calma, como queriendo retardar el momento de verse frente a frente con un animal de tanto poder. «¡Coronel!», gritó el marqués sacando medio cuerpo fuera de la barrera y golpeando las tablas con las manos.

Después de prolijas experiencias y estudios, llegué a este resultado inconcuso: la casa de huéspedes es una institución típicamente española, algo así como la lidia de reses bravas en coso, el cocido y el cultivo de las verrugas pilosas con fines estéticos.

Antes morir aquí mismo. Nébel pasó todo el día disgustado, y decidido a vivir cuanto le fuera posible sin ver en Lidia y su madre más que dos pobres enfermas. Pero al caer la tarde, y como las fieras que empiezan a esa hora a afilar las uñas, el celo de varón comenzó a relajarle la cintura en lasos escalofríos. Comieron temprano, pues la madre, quebrantada, deseaba acostarse de una vez.

Lidia tuvo una fugitiva contracción de las cejas y recuperó su serenidad. Muy bien, mamá... ¡Ah! ¿no sabes lo qué dice? Está casado. ¡Tan joven aún! Somos casi de su familia... Lidia volvió entonces los ojos a Nébel, y lo miró un momento con dolorosa gravedad. ¿Hace tiempo? murmuró. Cuatro años repuso él en voz baja. A pesar de todo, le faltó ánimo para mirarla. #Invierno#

Ya anteriormente habíanse celebrado en aquel año otras corridas de toros, como sucedió el 23 de Abril, cumpleaños de la reina, corriéndose ocho cornúpetos en el Alcázar, y con la asistencia de la soberana, aunque es sabido cuánta repugnancia demostró por la lidia de reses bravas.

Esperó respuesta, pero Nébel permaneció callado. ¡, usted la conoce! ¿Y cree que Lidia es mujer capaz de olvidar cuando ha querido? Ahora había reforzado su insinuación con una leve guiñada. Nébel valoró entonces de golpe el abismo en que pudo haber caído antes. Era siempre la misma madre, pero ya envilecida por su propia alma vieja, la morfina y la pobreza.

Así, la inquietud del padre de Nébel a este respecto tocaba a su hijo en lo más hondo de sus cuerdas de amante. ¿Cómo había escapado Lidia?

Después de tres días Nébel decidió aclarar de una vez ese estado de cosas, y aprovechó para ello un momento en que Lidia no estaba. Hablé con mi padre comenzó Nébel y me ha dicho que le será completamente imposible asistir. La madre se puso un poco pálida, mientras sus ojos, en un súbito fulgor, se estiraban hacia las sienes. ¡Ah! ¿Y por qué? No repuso con voz sorda Nébel.

¡No importa, mi Octavio! ¡Dame, dame la morfina! Nébel dejó que los brazos se tendieran inútilmente a él, y salió con Lidia. ¿ sabes la gravedad del estado de tu madre? ... Los médicos me habían dicho... El la miró fijamente. Es que está mucho peor de lo que imaginas. Lidia se puso lívida, y mirando afuera entrecerró los ojos y se mordió los labios en un casi sollozo.