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Actualizado: 25 de junio de 2025
Después de la otra tarde en el Caño Dorado, de las cosas que me dijiste... yo necesitaba hablar. Tus amigas no me dejaron. Además, tú llorabas como si fueses a morir. ¡Pero si yo no dije nada! exclamó la muchacha con las mejillas arreboladas . Y si dije algo, no lo recuerdo. No sabía lo que hablaba; estaba borracha.
Era la Borracha, la hembra de Coleta, una andrajosa que llevaba una venda en la frente y un teloncito de lienzo colgando ante un ojo. En aquel barrio de suciedad gozaba gran fama por el abandono de su persona. Tenía costras en las manos, jamás lavadas, por miedo sin duda a que el agua empañase los anillos de latón que adornaban sus dedos. Una pústula perforaba los cartílagos de su nariz.
Tal vez pasé entre la gente con demasiada violencia. El público debió creer que era alguna farsa mía y acudieron los empleados, y muchos espectadores me cerraron el paso. Intenté hablar y no me dejaron. No quisieron oir mis explicaciones; me creían borracha. Acabé por batirme á puñetazos con los que me empujaban hacia la puerta. Llamaron al mismo agente que está ahora aquí.
Visitación estaba un poco borracha, no tanto por lo que había bebido como por lo que había alborotado; Obdulia decía que tenía un clavo en la sien: había bebido mucho más, pero el torbellino del baile, las emociones fuertes del escondite la mantenían en pie firme de puro excitada.
Su mujer estaba en el cementerio; y al hablar de ella humedecíanse sus ojos, por el recuerdo, sin duda, de las palizas que la había dado. Ahora tenía con él a la Borracha, la trapera más sucia y mal trabajadora que existía desde Bellasvistas a Fuencarral. Un dragón con faldas, señores; él no se avergonzaba de confesar su cobardía.
En un rincón del cuarto había dejado Petra olvidados los zorros con que limpiaba algunos muebles que necesitaban tales disciplinas; y pensando ella misma en que estaba borracha... no sabía de qué, Ana, desnuda, viendo a trechos su propia carne de raso entre la holanda, saltó al rincón, empuñó los zorros de ribetes de lana negra... y sin piedad azotó su hermosura inútil una, dos, diez veces.... Y como aquello también era ridículo, arrojó lejos de sí las prosaicas disciplinas, entró de un brinco de bacante en su lecho; y más exaltada en su cólera por la frialdad voluptuosa de las sábanas, algo húmedas, mordió con furor la almohada.
¡Impostora..., bruja! grita al oir estas palabras, descompuesta y febril, la mujer del Tuerto. ¿Yo borracha! ¿Cuántas veces me ha levantado usté del suelo, desolladura? Y aunque fuera verdá, á mi costa lo sería: á denguno le importa lo que yo hago en mi casa.
Esta es la calle de Tacuarí: me faltan tres cuadras todavía, y sospecho que no podré llegar... voy como borracha, ¿qué dirá la gente? tomaré un coche... Dame fuerzas, Virgen santísima, para subir este Calvario... seguiré a pie, mejor, ya falta poco...
En estas condiciones soliamos navegar a la buena de Dios; la tripulación, borracha, no hacía caso de los silbidos del contramaestre, y marchábamos expuestos a chocar con otro barco o con algún bajo cualquiera. Zaldumbide tenía el procedimiento de hacer como que no se enteraba de lo que pasaba cuando no podía dominar la situación.
La pobre niña, tan reservada y silenciosa por temperamento, empezó a charlar por los codos, dirigiendo pullas muy saladas a todos los presentes, que las acogían con regocijo y aplauso. Cuando una señora le dijo que estaba borracha, se puso muy seria y afirmó que sólo estaba un poco alegre, lo cual nada tenía de particular teniendo en cuenta sus pocos años. Esta salida hizo reír a los convidados.
Palabra del Dia
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