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Playas, arenales y costas bravas. Por doquiera puede verse el Océano; siempre se presentará imponente y temible.

Ya no soy tan hermosa como en nuestros tiempos de felicidad... cuando yo aún no era loca. Dime, ¡por Dios! dime qué te parezco. Su marido la miraba con asombro. Hermosa, siempre hermosa, aquella belleza infantil e ingenua que tan temible la hacía.

El joven oficial de cazadores, aunque muy inferior en fuerza muscular, poseía, a pesar de su débil apariencia, un temple de acero. Hacía mucho tiempo ya que era reputado maestro en punto a esgrima, y no tardó en darse cuenta del lado débil y deficiente del manejo, por otra parte muy temible, del señor de Maurescamp.

Mas no debe creerse que esta firmeza no pueda tener en ciertos casos energía, ímpetu irresistible; despues de esperar mucho, tambien se impacienta, y una resolucion extrema es tanto mas temible cuanto es mas premeditada, mas calculada.

Una vez derribado le puso el puñal al rostro por entre las barras de la visera y el temible pirata permaneció inmóvil, único modo de evitar la muerte que tan de cerca le amenazaba.

La mujer no es temible sino en cuanto nos hace sentir, y no nos hace sentir sino en cuanto nos ofrece una belleza recatada; la prostituta vulgar en Paris es feísima en este sentido. ¡Cuánto más temible es la de Italia, especialmente la de Roma! Una noche saliamos mi mujer y yo del pasaje de los Panoramas.

El obispo italiano dilataba su cara con un gesto de contento infantil; el abate francés sonreía inquieto, como si viese nacer un temible rival; don José agradecía la alusión, admirándolo con patriótico orgullo. «¡Qué don Isidro tan vivo!... ¡Si yo tuviese su labia para las señorasAl terminar el concierto, la gente se esparció por la cubierta, ansiosa de respirar aire libre.

Si la misión es difícil, no ha de ocultársete que la tentación es temible: ya lo irás viendo; pero si algo divino y fuerte hay en el hombre, es la voluntad. A todo has de sobreponerte, temiendo más la propia indulgencia: que la ajena censura.

Leticia era una morena gallarda, correcta, sobria, expresiva y dura, así de formas como de palabra; temible en el manejo de ciertos recursos externos, que en una gran parte de las mujeres resultan inofensivos accesorios, y en otras tantas no pasan de simples detalles decorativos de su belleza. Estas cosas, puestas en juego por Leticia, a pesar de sus pocos años, eran todo lo que había que ver.

En segundo lugar, la alcaldesa era una gallega de admirable fuerza y robustez, y naturalmente era más temible a sus ojos que el doctor Bartolo lo había sido a los de su modelo.