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Desirle a un hombre que le quiere y no ser verdá, ¡no lo piense su mersé, señorito! Gran bien me hicieron aquellas palabras. Yo también pensaba como ella, o quería pensar al menos y cada vez me confirmaba más en mi sospecha. En apoyo de sus afirmaciones, Paca me contó varias anécdotas de la vida de mi novia, que escuché con entusiasmo y recogimiento. Hablamos largo rato de ella.
¡Impostora... bruja! grita al oír estas palabras, descompuesta y febril, la mujer del Tuerto. ¿Yo borracha? ¿Cuántas veces me ha levantado usté del suelo, desolladora? Y aunque fuera verdá, á mi costa lo sería: á denguno le importa lo que yo hago en mi casa. Mi casta es mejor que la de usté, por todos cuatro costaos. Y yo en mi casa me estaba.
Los amigos, unos falsos; la familia... buena pa comérsela con patatas. Todas esas cosas de rivoluciones y repartos, mentiras, palabras pa engañar a los pimplis. Esto es la única verdá, ¡el vino!: de trago en trago nos lleva entretenidos y alegres hasta la muerte. Beba, don Fernando; se lo ofrezco porque es nuestro, porque nos lo hemos ganado. Es barato: sólo cuesta una misa.
La tropa avanzó en buen orden hasta la orilla del bosque, con Piercy de Soldatenthal a la cabeza. Casi al mismo tiempo se oyó el ¿verdá? de un centinela; luego dos tiros, un grito estentóreo de «¡Viva Francia!» y el ruido sordo de una multitud de pasos que se precipitaban al mismo tiempo; los valientes montañeses cayeron sobre el enemigo como una manada de lobos.
Mu bien... ¡pero que mu bien! murmuraba . Ese güen mozo soy yo... y ese otro también... ¡y toos!... ¡Y aún hay quien dise de mí!... ¡Mardita sea!... Yo soy el primé hombre der mundo. Don José lo dise, y dise la verdá.
Una chafandina que no valdría un celemín de bellotas, una bestia, salva sea la comparanza. Y ahora ¿qué serás? Una mujer pa too lo que se la pida. Nadie. ¡Pues entonces! Si tuvieras conocimiento, criatura, darías gracias a Dios por haberte puesto una maestra que es como una gloria. Para too sirve la endina, para too tiene las manos finas y los pies listos, ¿verdá, tú?
Hizo él al oírla un gesto, que equivalía a un ¿por qué?, y prosiguió la vieja: Misté, don Pepito, la verdá, me han dao intenciones de callarme, porque... Vd. ya lo sabe, en deciocho años que yevo aquí, mayormente nunca me he metió en ná. Pero... en fin, que me da lástima de Vd. ¿Qué ocurre? ¡Hable Vd!
Tú no sabes añadió volviéndose a Amparo que la señora Porcona es parienta, muy parienta, del señor de las Guinderas, aquel tan rico que tiene dos hijas y vive en el Malecón y viene aquí a veces: y él se empeña en negarlo y en no darle un ochavo; pero ella se lo ha de ir a cantar a las hijas el día que vayan más majas por el paseo. ¿Verdá, señora Porcona?
Es claro: ahora toos han echao.... ¡Como yo no sé lo que sucede en estas ocasiones!... ¡Y luego le dirán á una que falta á la verdá!... Vamos, mujer, no te consumas, que ya sabemos lo que es contar dinero: á la más lista se le pega de los deos. Estos diez te voy á pegar en esa recancaneada jeta, ¡lambistona, embrolladora!... Á mí me pegarás tú de lengua.
Como usted conoce, ciudadano inspector... un mes no es lo que se nos debe, y lo que nos corresponde, y a lo que tenemos derechos inalienables e individuales.... Estamos resueltas, pero resueltas de verdá, a conseguir que nos abonen nuestro jornal, ganado honrosamente con el sudor de nuestras frentes, y del que sólo la injusticia y la opresión más impía se nos pueden incautar....
Palabra del Dia
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