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Poco a poco fuí avanzando en mi convalecencia, y en pocos días me hallé ya con fuerzas suficientes para levantarme y dar algunos paseos por los grandes corredores de la casa, pues la vivienda del Gran Capitán tenía como único desahogo el largo pasillo, en cuya pared se abrían hasta veinte puertas numeradas, albergues de otras tantas familias.

Entre el tropezón, mi caída, el grito que y las voces de Rubín, se asustó el caballo de tal manera que salió á escape, perseguido por el paje. Antes de que pudiera levantarme á mi lado al desairado pretendiente, quien me anunció que estaba en sus tierras y me ofreció cortésmente acompañarme hasta su casa, donde podría esperar con comodidad el regreso del paje.

Y yo no juí ayer, don Fermín; farté como he fartao otros días: porque no me da la gana de levantarme temprano los domingos, porque en la noche del sábado me gusta tomarla con los compañeros. ¿Pa qué trabaja uno, sino pa tené un rato de alegría?... Además; él era dueño de sus domingos. El amo le pagaba por su trabajo; él trabajaba y no había por qué cercenarle su día de descanso.

La fama no estamos muy acordes los que vamos tras ella en lo que consiste; pero yo puedo asegurar que el fajo de cuartillas que emborrono todos los días, lo emborrono por conquistarla. »Cuando me siento ante la mesa, después de levantarme, me esperan sobre ella una porción de libros. Los que han escrito estos libros quieren que yo los lea. ¿Por qué quieren que yo los lea?

Anda, vejestorio inservible decía bajando las escaleras, mírame, muérdeme; no te daré el gusto de verme en el suelo. Todavía puedo levantarme... el doctor es una gran palanca; ¡que no renuncie antes de fin de mes, y la victoria será mía! ¡Qué casualidad! Cuando iba a tomar su coche, pasaba precisamente Jacintito.

Si no viene pronto el señor Golfín a levantarme la venda y ponerme los vidrios, yo me la levantaré solo. Desde ayer no te veo, y esto no se puede sufrir, no, no se puede sufrir.... ¿Ha venido D. Teodoro? Abajo está con tu padre y el mío. Pronto subirá. Ten paciencia; pareces un chiquillo de escuela. Pablo se incorporó con desvarío.

No muy bien: he sentido un fuerte desvanecimiento al levantarme... y anoche había sentido otro al acostarme. Debilidades del estómago... Eso creo yo... Pero resérvalo, de todos modos.

Yo creia vivir en Colombia, respirar su aire vigoroso, contemplar su cielo espléndido, calentarme con su fuego, ó levantarme sobre sus cordilleras empinadas, devorar sus frutas deliciosas y embriagarme con los perfumes de ese mundo de luz, de fuerza y majestad natural que habia dejado del otro lado del Océano.

Miré a la puerta y la vi; era ella misma, rodeada de una luz dorada y pálida como la manzanilla y el Jerez que habíamos bebido. Quise levantarme; pero mi cuerpo se hizo de plomo, mi cabeza pesó más que una montaña y cayó entre mis brazos sobre la mesa, perdiendo de súbito toda noción de existencia.

No pido ni espero gracias, repuso Roger. Ayúdame á levantarme, Gualtero. El río ha sido hoy mi enemigo, continuó Tránter, pero se ha portado como bueno con vos, pues á él le debéis la vida que yo iba á arrancaros.... Eso estaba por ver, repuso Roger. ¡Todo ha concluído! exclamó Germán, y más felizmente de lo que yo creía.