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Actualizado: 7 de septiembre de 2025
La fuerza, no obstante, que no bastó para detenerme al borde del abismo y para salvarme de la caída, me ha valido luego para romper materialmente el lazo, para huir de ti, para levantarme lastimada y penitente y refugiarme en este retiro. Yo no podía ser legítimamente tuya. Vivir de otra suerte a tu lado, hubiera sido escándalo, ignominia y vergüenza.
¿Qué hora es pues? preguntó Fortunato incorporándose. Las cinco. Perdóneme usted que interrumpa tan pronto su sueño, pero estando solo, me volvía loco.... ¡Oh! hijo mío; has hecho muy bien en despertarme. Espera, voy á levantarme. No, permanezca usted acostado; lo mismo podemos conversar y con tal de que me hable usted de Clementina, quedaré aliviado.... ¿Tú no has dormido? mi pobre hijo.... ¡No!
Tampoco me ha sorprendido su presencia aquí continuó ella ; la esperaba. Conozco las inocentes astucias de los hombres. «Ya que ayer no me encontró en el hotel, me esperará hoy en la calle», me he dicho esta mañana al levantarme... Antes de salir he seguido sus paseos desde la ventana de mi cuarto... Ferragut la miraba con sorpresa y desaliento. ¡Qué mujer!...
El conde, viendo mi estado relativamente satisfactorio, se opuso a que se telegrafiase a mi padre, para no alarmarle. Y, en efecto, a los nueve días pude levantarme, y cuatro después salir a la calle y terminar, como se dirá en el capítulo siguiente, la aventura amorosa que constituye el fondo de esta verídica narración. EN QU
Recé un rato de rodillas acordándome de los padecimientos y de la muerte de mi buena madre, que ya gozaba de Dios en el Cielo; pero como mi cabeza no estaba buena, a causa de los vapores del maldito aguardiente, al levantarme me caí, y un sacristán empedernido me puso bonitamente en la calle.
Te digo toda la verdad: ¡si supieses lo que me costaba rehuirte!... Por las mañanas, al levantarme en el cuarto del hotel, mi primer movimiento era mirar á través de las cortinas para convencerme de que me esperabas en la calle. «Allí está mi flirt; allí está mi novio.» Tal vez habías dormido mal pensando en mí.
Al pronunciar estas palabras, se acercó a la chimenea, consultó el reloj, y, haciendo un gesto de espanto, me dijo en voz baja: «Esta mañana, al despuntar el día, me sentí tan débil y abatido, que casi no podía levantarme. Llamé a mi ayuda de cámara, y acudió Yago, en lugar de aquél. ¿Qué tengo? le pregunté.
Palabra del Dia
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