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Esto le obligó á que trepase por los árboles para poder llegar á sus albergues y cavernas, donde los recogió y predicó la fe y administró á los niños el santo bautismo; y porque con la falta de lluvias se les perdían irreparablemente los sembrados, se echó á sus piés aquella pobre gente y más con lágrimas que con palabras, le pidieron que si tanto podían con el Dios que predicaba sus súplicas, les alcanzase nuevo remedio en aquella necesidad.

Después de separarme del señor de Fraile, recorrí algunos de estos heteróclitos albergues, hasta que posé definitivamente bajo los hospitalarios Penates de doña Trina, cobijo llevadero por la abundancia, ya que no por la delicadeza de bastimentos, y, sobre todo, lugar ameno, si los había, a causa de la afluencia de gentes de todo estado, edad y condición: sacerdotes, toreros, políticos, tahures, comerciantes, covachuelistas, militares, estudiantes, labriegos, inventores, pretendientes, petardistas; ingredientes y rebabas del revoltiño social, que allí se mezclaban desde todos los rincones de Iberia.

Aun sin la noticia de tan importantes motivos, en oficio de 31 de Julio de 1781, propuse al Señor Virey cuan útil era ir adquiriendo conocimiento de las naciones de indios que habitaban los campos de Buenos Aires; sus albergues y retiros, donde se ponian á seguro, cuando se veian perseguidos, ó atacados de nosotros; á cuyo intento habia destinado á los peones, Antonio Godoy y Juan José Gonzales, que con el pretesto de pasar á sus toldos á comprarles ganado, les llevasen aguardiente, avalorios, y yerba, con cuyas dádivas se iban familiarizando con unos, y tomando noticias de otros; único medio que podia vencer estas dificultades.

Poco a poco fuí avanzando en mi convalecencia, y en pocos días me hallé ya con fuerzas suficientes para levantarme y dar algunos paseos por los grandes corredores de la casa, pues la vivienda del Gran Capitán tenía como único desahogo el largo pasillo, en cuya pared se abrían hasta veinte puertas numeradas, albergues de otras tantas familias.

En todos aquellos hospedajes y albergues forasteros no niego que se aprende algo; pero ese algo es anecdótico, superficial, inconexo, al modo de las monografías de la ciencia experimental. Mas la casa de huéspedes es enciclopedia de las ciencias, es summa, es biblia.

Murieron bajo el hierro del vencedor mas de veinte mil partidarios de Pompeyo; fueron echados los demas de sus albergues; condenados muchos á andar errantes por la tierra llevando en su frente el sello del proscrito. ¡César! ¡César! no era esta la mision que te habia confiado tu destino. ¿Cómo pudiste en un instante de ira venir á cubrir de luto una ciudad á que antes y despues consagraste tus recuerdos? ¿cómo no supiste acallar aqui tus pasiones, que acostumbrabas á levantar entre tus brazos al vencido, que no tuviste corazon para ver la cabeza de Pompeyo y dejar de verter sobre ella una lágrima de compasion y de ternura? ¡César! ¡César! hemos creido ver aun tu sombra airada pasando sobre esta ciudad de Córdoba: perdónanos si llevados por la fuerza del sentimiento hemos recordado con placer que fuiste á espirar bajo el puñal de Bruto.

Esta comida frugal, servida en estrechos recintos y no muy limpios manteles, era la primera estación que corría el viajero para entrar después en el vía crucis de las posadas y albergues de la villa. Dos veces al día un ruido áspero y creciente aumentaba la normal algarabía del barrio.