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»Te hice sufrir una injuria; » no supiste perdonar la injuria y levantaste tu mano armada contra un hombre y le mataste. » no eras merecedor de la felicidad. »El ángel que yo te había dado, vio sangre humana en tu frente y se horrorizó de ti... »Y el horror le mató. »Le mató como un tósigo lento.

SANCHO. Pues ya su nombre Supiste y su nobleza, no presumo Que tan honesto amor la tuya asombre, Por Elvira me abraso y me consumo. PELAYO. Hay hombre que el ganado trai tan fraco, Que parece tasajo puesto al humo; Yo, cuando al campo los cochinos saco... NU

Calla, eso no se le dice a un hombre como yo. ¿Crees que pueden quedar así las cosas? No te forjes ilusiones: aquello acabó para siempre. Ya que no supiste quererme, veremos si sabes respetarme. Adiós, adiós, Juan, que se hace tarde y puede venir gente. Esto dijo con la voz penosamente entrecortada y los ojos nublados de las mal contenidas lágrimas.

Sin embargo, supiste arreglar a la hija del Rato... Adiós, adiós... ¿Qué tal, Sinforoso? ¿Cuándo te dan la mano de Cipriana?... Bien te hacen penar, hombre. ¿Por qué no los amenazas con pasarte otra vez al Saloncillo? Había muchas señoras con dominó negro, que eran las que daban estas bromas, demasiado vivas a veces. La mayor parte de ellas eran viejas.

¿Cómo supiste que yo estaba aquí? preguntó Dimmesdale con temor. En realidad de verdad, respondió el médico, no sabía nada de esto. Gran parte de la noche la he pasado á la cabecera del digno Gobernador Winthrop haciendo en su beneficio lo que mi poca habilidad me permitía. Á un mundo mejor ha partido, y yo me dirigía á mi morada, cuando brilló esa luz extraordinaria.

Luego fué derramando una lluvia de pétalos por toda la superficie del túmulo, grave y ceñuda, como si cumpliese un rito religioso, acompañando la ofrenda con salutaciones de su pensamiento: «A ti, que tanto amaste la vida por sus bellezas y sus sensualismos... A ti, que supiste hacerte amar de las mujeres...» Lloraba mentalmente su recuerdo con tanta admiración como dolor.

Saliste del poder de los almoravides para entrar en el de los almohades: desplomóse el imperio de los almohades, y tampoco supiste reconquistar tu independencia. Formáronse en España varios reinos como á la caida de tus Ommyadas: ni voz tuviste para recordar tus derechos.

Al cabo, viendo crecer siempre el número de tus enemigos y sintiendo tus fuerzas agotadas, supiste como hábil guerrero salir del campo de batalla sin ser notado y refugiarte entre los espesos castañares. Los demás buscaron asilo en las casas. En vano , fatal Bartolo... Pero no... Bartolo no estaba allí... ¿Dónde estaba Bartolo?

31 ¿Detendrás por ventura las delicias de las Pléyades, o desatarás las ligaduras del Orión? 32 ¿Sacarás a su tiempo los signos de los cielos, o guiarás el Arcturo con sus hijos? 33 ¿Supiste las ordenanzas de los cielos? ¿Dispondrás de su potestad en la tierra? 34 ¿Alzarás a las nubes tu voz, para que te cubra muchedumbre de aguas?

Bastante has gozado; ya supiste lo que es la vida de esas infames sanguijuelas... Vamos, que si no meten a esa divinidad en la cárcel, ¡pobre Juan Bou, infeliz obrero!... Sigamos ahora siendo pueblo llano, independiente, liberal, y cuando caiga otra breva, veremos si conviene ser pueblo o echar una cana al aire en el mundo de los burgueses. ¡Valientes pillos! Pero aquello es vivir...».