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De puro considerar en él, vine a resolverme de ser bellaco con los bellacos, y más, si pudiese, que todos. No si salí con ello, pero yo aseguro a V. Md. que hice todas las diligencias posibles. Lo primero, yo puse pena de la vida a todos los cochinos que se entrasen en casa y a los pollos de la ama que del corral pasasen a mi aposento.

El cacique Mariman me aseguró haber divisado la ciudad desde el cerro de los Cochinos, que se halla en la laguna de Ranco, y que sabia eran los españoles de Osorno, que nunca fueron vencidos, que son muchos, y muy valientes.

Zalacaín se sentía muy español y dijo que los franceses eran unos cochinos, porque debían hacer la guerra en su tierra, si querían. Capistun, como buen republicano, afirmó que la guerra en todas partes era una barbaridad. Paz, paz es lo que se necesita añadió el gascón ; paz para poder trabajar y vivir. ¡Ah, la paz! replicó Martín contradiciéndole ; es mejor la guerra.

Con esa cara de pascua, y tiene más ponzoña que una víbora. «¡Pérfida!, ¡desleal!, ¡traidora!...» Por eso tuve tanto gusto en hacerte rabiar con el teniente; para vengarme. Se acabaron los versos; y si me disparas algún soneto, te frotaré los hocicos con él, ¿sabes, niño? como a los gatitos cuando son cochinos.

Y quiso rezar como mil veces había oído a su pobre vieja. «Padre nuestro que estás...» Rezaba mentalmente, pero sin darse cuenta de ello, su lengua se movió y dijo con una voz tan ronca que le pareció de otro: ¡Cochinos! ¡ladrones! ¡Me abandonan! Se hundía otra vez: desapareció pugnando en vano por sostenerse.

Este rio es ancho, profundo y sin corriente: de ahí para la ciudad de los españoles es todo llano, hasta llegar al cerro ya dicho de los Cochinos. Este es un bajo, en el que hay muchos cochinos alzados, de los que se aprovechan los españoles, y tambien los indios.

De puro considerar en él, vine a resolverme de ser bellaco con los bellacos, y más, si pudiese, que todos. No si salí con ello; pero yo aseguro a vuestra merced que hice todas las diligencias posibles. Lo primero, yo puse pena de la vida a todos los cochinos que se entrasen en casa y a los pollos del ama que del corral pasasen a mi aposento.

PELAYO. Señor, ando por la sierra, Cochero soy del señor. REY. ¿Coches hay allá? PELAYO. Que no; Soy que guardo los cochinos. REY. ¡Qué dos hombres peregrinos Aquella tierra juntó! Aquél con tal condición, Y éste con tanta ignorancia. Tomad vos. Danle un bolsillo. PELAYO. No es de importancia. REY. Tomadlos, doblones son. Y vos la carta tomad, Y id en buen hora. SANCHO. Los cielos Te guarden.

»Item, que ningún poeta, por necesidad ni amor, pueda ser pastor de cabras ni ovejas, ni de otra res semejante, salvo si fuere tan Hijo Pródigo, que, disipando sus consonantes en cosas ilícitas, quedare sin ninguno sobre qué caer poeta ; mandamos que en tal caso, en pena de su pecado, guarde cochinos. »Item, que ningún poeta sea osado a hablar mal de los otros si no es dos veces en la semana.

Me dejaron acercar, y me dijo: «Adiós, Miguelillo; estos cochinos me llevan a degollar como un carnero; vete pa casa, querido, que estás muy fatigao». Me dio un apretón de manos y se puso a hablar con el cura, que le reñía por lo que había dicho. Yo me separé, pero no quise marcharme. Seguí la comitiva hasta el mismo campo... hasta aquí, porque ya estamos en él.