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En el antedespacho de los gerentes de Banco, los ordenanzas le ofrecían asiento misericordiosamente, dudando de que el personaje que estaba al otro lado de la puerta se dignase recibirlo. Pero apenas sonaba adentro su nombre, el mismo gerente corría á abrir. Y el pobre empleado quedaba estupefacto al escuchar cómo el gaucho decía, á guisa de saludo: «Vengo á que me den trescientos mil pesos.

Está por el pueblo delante de Dios, y somete los negocios a Dios. 20 Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde anden, y lo que han de hacer. 23 Si esto hicieres, y Dios te mandare, podrás persistir, y todo este pueblo se irá también en paz a su lugar. 24 Entonces Moisés oyó la voz de su suegro, e hizo todo lo que dijo.

21 Y los hijos se rebelaron contra ; no anduvieron en mis ordenanzas, ni guardaron mis derechos para ponerlos por obra, los cuales el hombre que los cumpliere, vivirá por ellos; profanaron mis sábados. Dije entonces que derramaría mi ira sobre ellos, para cumplir mi enojo en ellos en el desierto.

11 y les di mis ordenanzas, y les declaré mis derechos, los cuales el hombre que los hiciere, vivirá por ellos. 12 Y les di también mis sábados que fuesen por señal entre y ellos, para que supiesen que yo [soy] el SE

Bilbao, tan célebre por su famoso Consulado que expidió las Ordenanzas de comercio muy conocidas en los pueblos españoles, se ha distinguido por su liberalismo, heróicamente probado en tres sitios memorables durante la guerra civil en que casi todos los pueblos vascongados eran carlistas. Fue allí que sucumbió el terrible Zumalacárregui; el tipo acabado de los guerrilleros en España.

Yo pensé casarme sin pelear, por haberme parecido bien la moza, pero sucedióme al revés mi pensamiento, pues, así como vuestra merced se partió de nuestro castillo, el duque mi señor me hizo dar cien palos por haber contravenido a las ordenanzas que me tenía dadas antes de entrar en la batalla, y todo ha parado en que la muchacha es ya monja, y doña Rodríguez se ha vuelto a Castilla, y yo voy ahora a Barcelona, a llevar un pliego de cartas al virrey, que le envía mi amo.

Con estas providencias, en las que siempre se ha procurado en lo posible salvar el espíritu de las ordenanzas, se ha venido por último a fijar la práctica de gobierno que al presente se observa, la que en muchos puntos se aparta bastante de las ordenanzas, pero la necesidad ha dado lugar a ello.

Como a los principios de nada se cuidaba, y después fue preciso atender solamente a poblar de ganados las estancias, se descuidaron los otros objetos que se encargan en las ordenanzas, y que exigían la atención de todo buen gobierno.

No he pedido prestado a nadie, ni metídome en granjerías; y, aunque pensaba hacer algunas ordenanzas provechosas, no hice ninguna, temeroso que no se habían de guardar: que es lo mesmo hacerlas que no hacerlas.

Además, yo no me pongo un uniforme por nada del mundo; no me visto de máscara, ni paso por eso de disciplinas y ordenanzas... Para ser mandado, bien estaba allá en la imprenta, con un durazo como un sol todos los días. ¡Ay, cuántos como yo hay en presidio, que en otro tiempo hubiesen sido héroes!...