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Jaime subió a acompañar a su padre, y los dos prometidos, no obstante los esfuerzos de María Teresa para atraer a Juan a una conversación entre los tres, concluyeron por refugiarse en un rincón del salón. Entonces Juan tomó un libro y leyó a la claridad de una lámpara; pero pronto sucumbió a la irresistible tentación de mirar a los que el destino irónico ponía a su frente para torturarle.

»A esta dicha inesperada para él, Carlos lanzó un grito de alegría, levantó las manos al cielo y cayó a mis pies, presa de un delirio que me hizo temblar por su razón y por su vida. Habituado, hacía mucho tiempo, a luchar con el dolor, su corazón no estaba dispuesto para recibir tan agradable impresión, y, demasiado débil para soportarla, sucumbió al exceso de su felicidad.

»Es preciso tratar el alma de mi hija con más delicadeza y más cuidado que su cuerpo, porque la pena que a veces le causan sus pensamientos es mucho más temible que la dolencia de su pecho. Antes se habrá desmayado de celos, que de desfallecimiento físico. »¡Sucumbió a los celos!... ¡Dios mío! ¡Era verdad lo que yo tanto temía!... Tiene celos de su prima... ¡Pobre Antonia!

Para alcanzar la gloria, son una misma cosa el pincel elegante y el mohoso fusil, la melena del vate y el casco del guerrero, el son de los cañones y el llanto del violín. Lo mismo premia el mundo con lauros al artista que al valiente soldado que sucumbió en la lid; porque si la lid siembra de mártires la historia, el Arte la convierte en florido pensil.

»Estás a cien leguas de lo que te está diciendo, sin atender a otra cosa que a la hija adorada que juega junto a ese maldito estanque en el cual podría caer corriendo y sin pensar más que en el fresco de la noche que pueda helarla, porque recuerdas que su madre, a los veintidós años, sucumbió víctima de una de esas enfermedades que siegan en flor la vida.

Acostumbrada a descansar en su marido para todos los cuidados materiales, no pensó siquiera en tomar el timón en la mano y dejó que el barco privado de su capitán se fuese a pique. El enfermo tiró dos largos años, el tiempo necesario para agotar los últimos recursos, y sucumbió más a la angustia mortal que le dominaba ante el porvenir de las personas queridas que al sufrimiento físico.

El segundo conato de dictadura en Colombia fue el del general Melo, que sucumbió en breve ante los esfuerzos aunados de liberales y conservadores, que es el rasgo más profundo de amor a la libertad que puede encontrarse, conociendo las ideas de esos dos partidos extremos. Las divisiones políticas fundamentales de Colombia son hoy tres: conservadores, liberales e independientes.

Oribe, apoyado por Rosas, sucumbió después de tres años de lucha con el general baqueano, y todo el poder de Buenos Aires, hoy con sus numerosos ejércitos que cubren toda la campaña del Uruguay, puede desaparecer destruído a pedazos, por una sorpresa, por una fuerza cortada mañana, por una victoria que él sabrá convertir en su provecho, por el conocimiento de algún caminito que cae a retaguardia del enemigo, o por otro accidente inapercibido o insignificante.

Descúbrese el robo, y el general le manda amarrar contra un poste y exponerlo a la vergüenza pública; y cuando el ejército regresa a San Juan, el coronel del ejército de Chile, ex gobernador de San Juan, el jefe de Estado Mayor, marcha a pie por caminos apenas practicables, acollarado con un novillo; ¡el compañero del novillo sucumbió en Catamarca, sin que se sepa si el novillo llegó a San Juan!

Toma vanidad, toma lustre». Incapaz Isidora de desarmar a su verdugo, aunque lo intentó devolviendo cólera por cólera, hubo de rendirse al fin, y sucumbió diciendo con gemido: «Por Dios, tía, no me pegue usted más». En sus veinte años, Isidora tenía menos fuerza que la sexagenaria Encarnación.