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El cielo se mostraba azul, de un azul suave, un poco pálido y sólo alguna nube blanca, de contornos duros, como si fuera de mármol, aparecía en el cielo. Los sábados por la tarde, durante la primavera y el verano, Catalina y otras chicas del pueblo, en compañía de alguna buena mujer, iban al campo santo.

Matildita obtuvo un éxito tan satisfactorio en su dificilísima gestión diplomática, que Fernanda había concedido a su enamorado trovador el permiso de ir a hablarle por la reja los martes, jueves y sábados. Eduardito osaba esperar que, andando el tiempo, obtendría el mismo señalado favor los lunes, miércoles y viernes.

La morenita se revolvió como si la hubiese picado una avispa. Mire usted lo que dice, tía bruja, porque si usted vuelve á insultarme, aunque tenga pacto con el demonio y salga los sábados á chupar la sangre de los niños, le juro por la mía que le arranco la lengua. Las mujeres se apresuraron á intervenir para calmarla. Demetria también hizo lo posible.

66 Y yendo ellos, aseguraron el sepulcro con guardia, sellando la piedra. 1 Y advancado el sábado, amaneciendo para el primero de los sábados, vino María Magdalena, y la otra María, a ver el sepulcro. 3 Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. 4 Y de miedo de él los guardas se asombraron, y fueron vueltos como muertos. 6 No está aquí; porque ha resucitado, como dijo.

Dentro de estos, que podríamos llamar «antojos ó caprichos de la opinión», hay reglas constantes: el público, v. gr., de los sábados y domingos, «es malo»; el de las tardes, «bueno», y más accesible que ningún otro á la emoción de la risa; el público de los estrenos es el más descontentadizo, pero también el más respetuoso y atento.

41 Y en aquel lugar donde había sido colgado del madero, había un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. 1 Y el primero de los sábados, María Magdalena vino de mañana, siendo aún tinieblas, al sepulcro; y vio la piedra quitada del sepulcro.

11 Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si cayere ésta en una fosa en sábado, no le eche mano, y la levante? 12 Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que, lícito es en los sábados hacer bien. 13 Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. 14 Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra él para destruirle.

3 Cada uno temerá a su madre y a su padre, y mis sábados guardaréis. Yo [soy] el SE

Y para huir de la tristeza que les habían infundido estas palabras, torcieron el curso de la conversación, hablando de la fiesta que don Pablo había organizado en Marchamalo para dentro de unas horas. Los viñadores, que todos los sábados marchaban a Jerez al caer la tarde para ver a sus familias, estaban durmiendo cerca de allí.

Con lo que le restaba de la paga atendía pasablemente a sus necesidades, que no eran muchas: un traje decente, una taza de café, al teatro los sábados y a los conciertos los domingos de primavera. Había, no obstante, cierto agujero por donde se le escapaban más pesetas de las que podía destinar a sus placeres, colocándole a veces en situación angustiosa.