United States or El Salvador ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aún andamos a pleito por unas pesetas que no quiero dar... Pero fíjate, galán, que la cosa lo merece. Y Maltrana tenía que mirar a la luz de la vela la alta cama de forma antigua, toda ella dorada, pero tan vieja, que en algunos sitios mostrábase el metal descascarillado y sin brillo, y en otros estaba verde, revelando su permanencia en olvidados desvanes, bajo grietas que filtraban la lluvia.

Si parecía un sermón de Viernes Santo.... El diablo me lleve si no les acaricio las muelas á esos catacaldos dijo Tres Pesetas, dispuesto á hacer lo que decía. Javier, el Doctrino, el poeta clásico, vieron una tempestad sobre sus cabezas; pero el poeta clásico, que era el mismo enemigo, no se acobardó y tuvo el antojo de llamar rapista al grandioso Calleja.

Y luego, si por casualidad aciertan, insistirán en sus censuras, llenando de vituperios a los pobres perdidosos. ¿No se lo dije yo a usted? Si era infalible... Yo prefiero ganar diez duros a negro murmura una voz que 1.000 pesetas a encarnado. ¡Qué quiere usted! Es una manía. Además, no me sería posible jugar a encarnado. ¡Hace ya noventa y un años que juego a negro...!

: parecía una buena persona. ¿Pero á qué quiere volver aquí? Usted bien se lo malicia. ¡Ah, qué picarona es usted! En aquel momento sonaron en el bolsillo de Pascuala las pesetas que el militar le había dado. Después se sintieron pasos en la escalera y sonó muy débilmente la campanilla. Es él dijo la alcarreña.

De esta suerte ganaba él, haciendo ganar al marqués tres reales en arroba por la parte más corta. Luego echaba D. Acisclo en madera el mencionado vino, y al cabo de un año, le ponía tan exquisito, que vendía cada arroba por siete u ocho pesetas más de lo que le había costado.

Cuando don José comenzó a titular a su matador «el torero de la aristocracia», sintió Gallardo la necesidad de corresponder a esta distinción instruyéndose, para que sus poderosos amigos no rieran de su ignorancia, como les ocurría con otros compañeros de profesión. Un día entró en una librería con aire resuelto. Envíeme usté tres mil pesetas de libros.

Fayolle estuvo a punto de echarlo todo a rodar y desvergonzarse; pero se reprimió considerando que nada adelantaría: menos con llevar el asunto a los tribunales. ¿Quién iba a pleitear por quinientas pesetas y más con un personaje como el duque de Requena?

Y con gran calma iba repartiendo las manos de periódicos, exigiendo a cada uno el producto de la venta del día antes, llevando de memoria las intrincadas partidas de su contabilidad, apreciando al tanteo la exactitud de las cantidades en calderilla, sonando las pesetas contra el asfalto con tal ímpetu, que volvían de un rebote a sus manos como si fuesen pelotas.

Me escriben que hay señora que da cien pesos de limosna por una misa. ¡Y en España que no pasa nadie de tres pesetas!... Complacíase Ojeda con esta franqueza de don José al comparar las ganancias del sacerdocio en los dos hemisferios. Había hecho bien en embarcarse: seguramente le esperaba allá la fortuna. No es tan fácil, don Fernando; hay mucha concurrencia.

Maltrana parecía reflexionar, y acabó por hundir sus manos en los bolsillos del chaleco, juntando dos billetes de veinticinco pesetas y un puñado de monedas de plata. Guarda el dinero, nena. Me conozco: si lo llevo yo, me lo gasto en chucherías antes de que compremos nuestro ajuar.