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Clara subió a cambiar de traje y mientras tanto los invitados bebieron aperitivos, escuchando a la ciega que no cesaba de charlar y reír contando como si lo hubiese visto todo lo que pasaba en Madrid, las obras dramáticas que habían tenido éxito, las bodas aristocráticas, las óperas, los conciertos, hasta las sesiones borrascosas del Congreso. ¿No sabéis?

Desde el primer día, Clementina le había tuteado a solas, acostumbrada a aquellas transiciones y conciertos secretos de mujer galante, que ahora favorecía la diferencia de edad. Raimundo no podía acostumbrarse a darla el . Hacía esfuerzos por conseguirlo; pero a lo mejor volvía al usted y seguía la plática tratándola de este modo, hasta que la dama se irritaba y le reprendía ásperamente.

En el Casino leía los periódicos de La Costa: conciertos nocturnos al aire libre, giras campestres, regatas, de todo esto hablaban; ¡cuánta gente! ¡cuánta música! ¡teatro, circo! barcos, grandes vapores ingleses... y el mar... el mar inmenso.... ¡Aquello era divertirse! Don Víctor suspiraba y se volvía a casa. «No estaba la señora». Pero estaba Kempis. Allí, abierto, sobre la mesilla de noche.

Hijo, no las amenazas, No los gustos y regalos, No los azotes ni palos, No los conciertos ni trazas, No todo quanto tesoro Cubre el cielo, y sol ha visto Te mueva dexar á Cristo Por seguir al pueblo moro. En se verá si puedo, Pues mi buen Jesús me ayuda, Como en mi alma no muda La fe, la promesa y miedo.

Luz y sus dos amigas paseaban juntas muy a menudo, juntas se bañaban y juntas asistían a bailes, jiras y conciertos. Luz, en cambio, nada por el estilo podía contarlas; porque hasta de su mundo, al cual era recién llegada, sabía mucho menos que ellas, aunque sólo le conocían de oídas.

Por eso compuso una marcha militar titulada «La marcha del capitán Pérez», que, en los conciertos populares de los jueves, arrancaba los aplausos de una mitad del público y la rechifla de la otra... Dos o tres anarquistas llegaron a interrumpir la preciosa música, que tenía sus pujos de wagneriana, con retumbantes rebuznos, para los cuales poseían particular habilidad.

Rocafort luego que reconoció la gente de su contrario tuvo por cierto que venía con determinacion de ejecutar algun mal intento, pues no pudiera ser otra la causa que á Berenguer le obligara á romper los conciertos sin primero avisar. Un hombre sospechoso nunca discurre ni piensa lo que le puede quitar las sospechas, sino lo que se las acrecienta.

Cuidábale con exquisitas dulzuras de sierva enamorada; le seguía en sus excursiones a Leipzig, a Ginebra, a París, en primavera, época de los grandes conciertos; y ella, la famosa artista, permanecía entre bastidores sin sentir la nostalgia de los aplausos, aguardando el momento en que Hans, sudoroso y fatigado, abandonaba la batuta entre las aclamaciones de la muchedumbre wagneriana, para enjugarle la frente con una caricia casi filial.

Y a unos y a otros los seducía, los corrompía, y los juntaba en una especie de solidaridad del vicio la vida que hacían, poniéndose el mundo por montera, según la frase predilecta de Emma, y viviendo alegres, siempre mezclados en conciertos, en jiras campestres, en banquetes a puerta cerrada.

Pero dudabase mucho que pudiesen ir á serville, sino dándoles armada con que pasar; porque por tierra parecia imposible, por haber de atravesar tantas Provincias, y casi todas de enemigos, rios caudalosos, montes asperos, y todo esto sin haberlo reconocido. Con todas estas dificultades quedaron firmados todos los conciertos, por si en algun tiempo le fuesen á servir.