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Pues nada, hija... Que también se había ido a casa de la Villasis la pobre Curra. Y la grandísima tuna de la Mazacán pronunciaba aquel pobre Curra con un aire de lástima, con un acento de chunga, que la compadecida se revolvió furiosa, diciendo con su inocente risita: Pues mira, mujer..., ni dormida ni despierta se me hubiera ocurrido de ti semejante cosa. ¿Y por qué?

Ernestina no se resignaba, y se revolvió queriendo volver a él. Le amaba de veras; lo pasado eran niñadas, ligerezas; pero aun cuando esto halagaba a Luis, provocaba su indignación como una amenaza a su libertad, milagrosamente recobrada.

En lo que no se descuidaba después Bringas era en pedir las llaves y guardarlas debajo de su almohada, porque todos los entusiasmos y aun la flaqueza senil o infantil tienen su límite. De este modo pudo Rosalía explorar libremente el tesoro secreto. Revolvió, contó y recontó todo lo que había en el doble fondo, pasmándose del caudal allí guardado.

El conde pensó algunos momentos en esto; al cabo se le borró de la mente; le distrajo una nube violada y espesa que avanzaba hacia el zenit presagiando nuevo chubasco. Pero en el fondo de su espíritu quedó algo indeterminado y dulce que le puso de buen humor. Revolvió el caballo y llegó a Lancia ya bien de noche, chorreando y cubierto de lodo, pero el corazón ligero y alegre sin saber por qué.

Luego revolvió a todos lados sus miradas anhelantes, diciendo: «Severiana, o , o cualquiera, ¡si quisierais darme!...». Doña Lupe y la comandanta habían entrado también. «¿Qué tal, Mauricia? Hoy es para ti día feliz. Recibes a Dios, y ves a tu nena. ¡Oh, qué maja está!».

No pudiendo conseguirlo salió al cabo de la estancia, pero fué para rondar por los alrededores del edificio como un perro fiel. Pocos momentos después, la Amparo fué llevada al despacho de uno de los oficiales, que la recibió sin miramiento alguno, sin levantarse del sillón y hablándola en un tono autoritario que la produjo gran irritación. La bilis se le revolvió en el estómago.

No lo enganchó con los pitones, pero el golpe fue horrible, demoledor, y testuz y cuernos, toda la defensa frontal de la fiera, abatió al hombre como una maza de hueso. El toro, que sólo veía al caballo, sintió entre sus patas un obstáculo, y despreciando el cadáver de la bestia, se revolvió para atacar de nuevo al brillante monigote que yacía inmóvil en la arena.

Después de una pausa en que Refugio parecía hacer estudios de cálculo en el entrecejo de la Bringas, tornó a decir: «Lo que es el dinero... lo tengo, vea usted». Revolvió un cajoncillo que parecía costurero, y del fondo de él sacó un puñado de cosas. Eran trapos, hilos desmadejados y billetes de Banco, formando todo una masa. «Vea usted... no me falta. Pero...».

Su cólera se revolvió impotente contra la solidez inconmovible de la madera. De pronto empezó á llorar. Se había ablandado su voluntad al sentirse débil é indefensa como una criatura abandonada. Toda su vida pareció concentrarla en sus lágrimas y su voz suplicante.

La morenita se revolvió como si la hubiese picado una avispa. Mire usted lo que dice, tía bruja, porque si usted vuelve á insultarme, aunque tenga pacto con el demonio y salga los sábados á chupar la sangre de los niños, le juro por la mía que le arranco la lengua. Las mujeres se apresuraron á intervenir para calmarla. Demetria también hizo lo posible.