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El plan del señor Maura se desechó; pero se planteó otro nuevo, que llevó el nombre de Abarzuza; y aun cuando la generalidad entre nosotros creyó que se iba a obtener menos de lo prometido, la mayoría se resignaba a obtener aquello, a cambio de no tener delante de el fantasma de ninguna agitación, de ninguna revolución, de ninguna lucha.

Y como él insistía haciendo burla de aquellos trabajos, ella se resignaba diciendo: Bien, lo peor es para ti. A ver con qué vas a vestir a tu hijo cuando nazca. Descuida, chica replicaba él riendo. Tengo bastantes camisas para él y para ... ¡Sobre todo, si le gustan de cuello bajo!... Al cabo de un mes, la acción del aire y del sol había puesto a Cecilia mucho más morena.

El amo de la tierra se resignaba a aceptar lo que esta quisiera darle. La extensión suplía la debilidad de un cultivo rutinario. Si la cosecha era mala, se hacían economías sobre el trabajo de los braceros y sobre los gazpachos que los alimentaban. Nunca faltaban esclavos que ofreciesen sus brazos. A bandadas bajaban de la sierra las mujeres y los gañanes pidiendo trabajo.

Lo que yo no consentía era que el amor de la mujer también se disipase. Hasta los crímenes, hasta las horribles tragedias que este amor produjo, no me resignaba yo a que se convirtiese en sueños, convirtiendo en sueños el amor mismo.

De esta suerte, en la misma gruta donde más tarde meditó Camoens, Morsamor meditaba y filosofaba, se lisonjeaba de ir por el buen camino, y, hasta cierto punto se consideraba desengañado. Morsamor, no obstante, no se resignaba a despojarse de toda ambición.

A decir verdad, esto era precisamente lo que yo esperaba que sucedería. En mi opinión, ni al Rey, ni a Miguel ni a nos quedaba más que un día de vida. Me resignaba a morir, sobre todo si conmigo moría también Miguel el Negro y si por mi propia mano libraba a Ruritania de Ruperto Henzar, ya que no pudiese salvar la vida del Rey.

Este se mostró descorazonado y un tanto perplejo, titubeando en las razones médicas con que explicar el retroceso de la enfermedad del pobre Thiers. ¿Era resultado de un poco de exceso en la comida...? ¿Era un efecto de la belladona y desaparecería atenuando la medicación? ¿Era...? En una palabra, convenía volver al reposo, no impacientarse, resguardar absolutamente los ojos de la luz, y ya que no se resignaba a permanecer en la cama, no debía moverse del sillón ni ocuparse de nada ni tener tertulia en el cuarto... La tristeza con que mi buen amigo oyó estas prescripciones no es para dicha. ¿Ves, ves? le dijo su esposa hinchando desmedidamente la nariz . Ahí tienes lo que sacas de hacer gracias, de querer curarte en dos días.

Morir... ¡Bueno, se resignaba!; por el pobre viejo lo sentía, falto de ayuda. Pero al menos que muriese como su madre, en plena primavera, cuando todo el huerto lanzaba risueño su loca carcajada de colores; no cuando se despuebla la tierra, cuando los árboles parecen escobas y las apagadas flores de invierno se alzan tristes en los bancales.

Me parecía oír, mezclado con el ruido de las espumosas aguas, la voz de Teobaldo que me anunciaba el castigo y mi eterna condenación... y, sobrecogida de espanto, me resignaba a sufrir un suplicio más largo y más cruel...

Don Acisclo, D. Anselmo, Pepe Güeto y el Padre se escabullían; y quedaban solos los novios, en su eterno palique, como decía doña Manolita; ésta, que se resignaba con gusto a hacer el papel de dueña; el galgo Palomo, que se echaba a los pies de D. Jaime, a quien había tomado mucho cariño por conocer instintivamente el mucho que le tenía su ama; y a veces el cura D. Miguel, a quien los cuchicheos de los amantes producían idéntico efecto que los gritos y discursos de los filósofos, dejándole gratamente dormido, y soñando quizá en el gran papel que le tocaba hacer en aquel drama regocijado, cuando echase a los novios las bendiciones.